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El oro azul: la
guerra del agua
Maude Barlow*.
2001. *Presidenta nacional del Council of Canadians (Consejo de los Canadienses)
y del Comité
sobre mundialización del agua del IFG. (1).
La
crisis mundial del agua y la reificación de los recursos hídricos del planeta
"Las guerras del siglo que
viene serán provocadas por la falta de agua." Ismail Serageldin, Vicepresidente
del Banco Mundial
Introducción
Nos
agradaría pensar que el agua del planeta es inagotable. Pero este planteamiento
es trágicamente erróneo. El caudal de agua dulce no alcanza ni la mitad de un
uno por ciento de toda el agua de la tierra. Lo demás es agua salada, o forma
parte de los hielos polares. El agua dulce únicamente se renueva por la lluvia,
que cae a un ritmo de 40.000 a 50.000 kilómetros cúbicos al año. Pero debido a
la congestión de las grandes urbes, a la deforestación, al desvío de las aguas
por necesidades de irrigación agrícola, hasta esta ínfima parte de agua dulce
está desapareciendo a la par que se va secando la superficie de la tierra; a
este ritmo, el agua de todas las cuencas de los ríos de todos los continentes
irá agotándose de manera ininterrumpida.
El
consumo mundial del agua dobla cada veinte años, es decir a un ritmo dos veces
mayor que el del crecimiento de la población humana. Según las Naciones Unidas,
el agua potable ya escasea para mil millones de personas. De seguir así, de aquí
al año 2025, la demanda de agua dulce llegará a superar la disponible hoy día en
un 56 por ciento.
A medida
que se va intensificando la crisis del agua, los gobiernos del mundo entero -
presionados por las grandes multinacionales - están abogando por una solución
radical: la privatización, la reificación y el desvío masivo de las aguas. Los
partidarios de este sistema opinan que esta sería la única manera de poder
abastecer a los lugares del mundo donde se padece sed. Empero, sabemos por
experiencia que la venta del agua en un mercado abierto no sirve para colmar las
necesidades de los pobres y sedientos. Muy al contrario, el agua privatizada
termina en manos de quiénes pueden pagar por ella, tales como las personas y
ciudades pudientes, y las industrias que hacen un uso intensivo del agua, entre
las que cabe mencionar la agricultura y la alta tecnología. "El agua fluye río
arriba, hacia el dinero", como comenta un residente en pleno desierto de Nuevo
México, cuando el agua de su localidad fue desviada para uso y beneficio de una
industria de alta tecnología."
El
impulso hacia la reificación del agua surge en un momento en que el impacto
social, político y económico de la escasez del agua va convirtiéndose
rápidamente en una fuerza desestabilizadora, que hace brotar conflictos
relacionados con el agua en muchas partes del mundo. Tomemos el ejemplo de
Malasia, que suministra aproximadamente la mitad del agua de Singapur, y que
amenazó con cortar el suministro en 1997, cuando este último país lanzó ciertas
críticas sobre las políticas del gobierno malasio. En África, las relaciones
entre Botswana y Namibia se han deteriorado gravemente debido a los planes
namibios de construir un conducto para desviar hacia el este de su país el agua
del río Okavango que linda con ambos países.
Por su
parte, el Alcalde de la Ciudad de México predice que el Valle de México no
tardará en verse sumido en una guerra si no se resuelve cuanto antes la crisis
del agua en la ciudad. Se ha escrito muchísimo sobre el riesgo de guerras por el
agua en el Oriente Medio, donde cada gota de los recursos hídricos está contada.
El recientemente fallecido Rey Hussein de Jordania dijo una vez que el único
motivo por el que iría a la guerra contra Israel sería por el agua, ya que el
caudal del río Jordán se encuentra bajo control israelí.
Mientras
tanto, el futuro de uno de los recursos más esenciales a la vida está siendo
determinado por personas que se lucran de su explotación y uso excesivo. Con el
respaldo del Banco Mundial, un puñado de multinacionales se dedican a acaparar
el control de los servicios públicos de abastecimiento de agua en los países en
desarrollo, disparando los precios en detrimento de los habitantes y sacando
partido de la desesperación con la cual el tercer mundo busca resolver sus
problemas de escasez. Las intenciones son clarísimas: el agua debe de ser
tratada como cualquier otra mercancía, y su uso debe ir conformado por los
principios que rigen el mercado.
Al mismo
tiempo, los gobiernos están renunciando al control de las aguas que les compete
administrar mediante su participación en acuerdos comerciales como puedan ser el
Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sucedido por el Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Lo que hacen estas instituciones mundiales en realidad es darle a las grandes
multinacionales un acceso sin precedentes al agua de los países signatarios.
Algunas
empresas ya han empezado a demandar a los gobiernos con objeto de tener acceso a
los recursos hídricos nacionales. Por ejemplo, la empresa californiana Sun Belt,
ha entablado un juicio contra el gobierno de Canadá acogiéndose al TLCAN, por
motivo de la prohibición impuesta por la provincia de Columbia Británica sobre
las exportaciones de agua hace algunos años. La empresa aduce que la ley de
dicha provincia infringe sobre varios derechos que el TLCAN concede al
inversionista y reclama por lo tanto 10 mil millones de $ USA, en concepto de
indemnización por la pérdida de beneficios.
Gracias
al respaldo de estos acuerdos comerciales internacionales, las empresas tienen
la mirada puesta en el transporte del agua a granel, mediante canales de desvío
y grandes barcos petroleros. Varias empresas se encuentran desarrollando
tecnologías para cargar grandes cantidades de agua potable en enormes sacos
sellados que pretenden remolcar por vía marítima para su venta. La venta del
agua al mejor postor no hará sino agravar los peores impactos de la crisis
mundial del agua.
Importantes organizaciones dedicadas a la investigación y al medio ambiente,
tales como el Worldwatch Institute, el World Resources Institute y el programa
de Naciones Unidas sobre medio ambiente llevan más de diez años dando el grito
de alarma : si el consumo de agua sigue incrementándose al ritmo actual, los
resultados serán devastadores para la tierra y sus habitantes. Grupos tales como
International Rivers Network, Greenpeace, Clean Waters Network, Sierra Club y
Friends of the Earth International, junto con miles de grupos comunitarios del
mundo entero, están luchando contra la construcción de nuevas presas, y buscando
rehabilitar los ríos y pantanos en deterioro, enfrentándose a la industria por
la contaminación de las aguas y protegiendo las ballenas y otras especies
acuáticas de la caza y de la sobrepesca. En algunos países, los especialistas
han logrado encontrar nuevas y alentadoras soluciones a estos problemas.
Aunque
la labor que realizan sea de lo más fundamental, sus esfuerzos han de ser
coordinados y percibidos en el contexto más extenso de la mundialización
económica y del papel de este último en lo que se refiere al fomento de la
privatización y de la reificación.
¿A quién
le pertenece el agua? ¿Acaso debe pertenecer a alguien? ¿Debería ser
privatizada? ¿Qué derecho tienen las grandes multinacionales a adquirir los
sistemas hidrológicos? ¿Acaso debe el agua ser intercambiado en un mercado
abierto como una mercancía cualquiera? ¿Qué leyes son necesarias para proteger
el agua? ¿En qué consiste el papel del gobierno? ¿Cómo pueden los países ricos
en recursos hídricos compartir el agua con los países menos afortunados? ¿Quién
es el guardián de la sangre que le da vida a la naturaleza? ¿Cómo puede el
ciudadano de a pie involucrarse en el proceso?
El
análisis y las recomendaciones del presente informe se basan en el principio que
el agua es parte del patrimonio de la tierra y que como tal debe preservarse en
el dominio público por todos los tiempos y protegerse mediante rigurosas leyes
locales, nacionales e internacionales. Lo que está en juego es la noción de los
bienes comunes, es decir la idea que a través de nuestras instituciones públicas
reconocemos la existencia de un patrimonio humano y natural común que ha de ser
preservado para las generaciones venideras. Cada localidad debe de actuar como
el perro guardián de nuestras aguas y establecer principios para controlar el
uso de tan preciado recurso.
Creemos
que este recurso vital no debe convertirse en una mercancía que se pretende
vender al mejor postor, y que el acceso al agua potable para cubrir nuestras
primeras necesidades constituye un derecho humano fundamental. Cada generación
debe cerciorarse que sus actividades no empobrezcan la abundancia y la calidad
del agua. No se puede escatimar esfuerzos para restablecer la salud de los
ecosistemas acuáticos que ya están deteriorados, ni para proteger a los que aún
no han sufrido daños.
Ante
todo es menester proceder a una reestructuración radical de nuestras sociedades
y estilos de vida, con el fin de impedir que la superficie de la tierra quede
deshidratada, y aprender a convivir con los ecosistemas creados para alimentar
la vida en derredor del agua. Y debemos renunciar a la comodísima noción de que
podemos usar y abusar impunemente de los preciados recursos acuáticos del mundo,
ya que de alguna manera la tecnología terminará por aportar soluciones. No hay
"arreglo" posible para un planeta en el que se ha agotado el agua.
La
Crisis
Un Recurso Que No Es Inagotable
Se suele
pensar que el caudal del agua es tan magno como infinito. Este razonamiento es
falso. El agua dulce disponible no alcanza ni el 0,5 por ciento de la totalidad
del agua existente. El resto es agua salada o forma parte de hielos
inaccesibles, de aguas subterráneas y de la tierra misma. Lo más importante es
recordar que se trata de una fuente limitada.
Tal como
lo puso Allerd Stikker de la Ecological Management Foundation, con sede en
Amsterdam: "Sencillamente hablando, la cuestión hoy en día es que mientras la
única fuente renovable de agua dulce reside en la lluvia (que genera un caudal
mundial más o menos constante de 40 a 45.000 km cúbicos al año), la población
mundial sigue incrementándose al ritmo de unos 85 millones de habitantes al año.
Por lo tanto, el agua disponible per-capita disminuye a pasos agigantados."
Lo más
preocupante es que nos dedicamos a desviar, contaminar y agotar esa fuente
limitada de agua potable a una velocidad vertiginosa.
A nivel
mundial, el consumo del agua se duplica cada 20 años, a un ritmo más de dos
veces mayor al crecimiento de la población humana, con las correspondientes
exigencias sobre nuestros ecosistemas acuáticos. Por ejemplo se prevé que el
consumo de agua para usos industriales se duplicará de aquí al 2025 si seguimos
creciendo como en la actualidad. Según las Naciones Unidas, hoy día 31 países
padecen escasez y más de mil millones de personas carecen de agua potable. De
aquí al año 2025, hasta dos terceras partes de la población mundial -que para
entonces se habrá incrementado en otros 2,6 mil millones de habitantes-
padecerán graves problemas de escasez. La tercera parte restante se verá casi
totalmente privada de agua.
World
Resources, publicación conjunta del programa de las Naciones Unidas sobre medio
ambiente, del Banco Mundial y del World Resources Institute, lanza una
advertencia estremecedora: "La sed mundial tiende a convertirse en una de las
cuestiones más acuciantes del siglo XXI…En algunos casos, la explotación del
agua es tan intensa en relación con los recursos de que disponemos, que las
aguas superficiales están evaporándose y las reservas subterráneas se están
agotando a un ritmo más acelerado que el de la cantidad recibida por las
precipitaciones."
La
explotación abusiva de las aguas subterráneas y el agotamiento de las capas
acuíferas se han convertido en graves problemas para las regiones mayormente
agrícolas del mundo. En los EE.UU. la capa acuífera de los altos llanos de
Ogallala, que se extiende sobre 1300 kilómetros desde la faja angosta de Texas
hasta Dakota del Sur, se está vaciando ocho veces más deprisa de lo que la
naturaleza pueda tardar en volver a llenarla. Y la superficie de saturación del
valle californiano de San Joaquín ha caído de unos diez metros en algunos
lugares en los últimos cincuenta años. Veintiún por ciento de la irrigación en
EE.UU. se hace bombeando el agua subterránea a un ritmo superior al de su
capacidad de regeneración.
En la
península de Arabia, el consumo de agua subterránea es casi tres veces mayor al
volumen de realimentación y, si se sigue extrayendo de esta manera, el agua de
Arabia Saudí terminará agotándose por completo dentro de cincuenta años; la
extracción en Israel sobrepasa el ritmo de realimentación en 2,5 mil millones de
metros cúbicos en 25 años y 13 por ciento de las reservas del litoral están
contaminadas por el agua marina y los residuos de los abonos; el ritmo de
agotamiento de las capas acuíferas no recargables del África se calcula en
10.000 millones de metros cúbicos al año; las superficies de saturación están
bajando en toda la India; la tierra debajo de la ciudad de Bangkok se ha hundido
debido al bombeo masivo y abusivo del agua; ocho regiones del norte de China
están tirando de sus últimos recursos acuáticos y la superficie de saturación
debajo de Beijing ha caído de 37 metros en los últimos cuarenta años. La crisis
del agua es tan grave en esa ciudad que los expertos se están planteando el
traslado del gobierno chino a otro lugar.
En la ciudad de México el bombeo sobrepasa la realimentación natural en 50 a 80
por ciento cada año y los especialistas están diciendo que la ciudad podría
quedarse sin una gota de agua en el próximo decenio. En las áreas de libre
comercio de las maquiladoras a lo largo de la frontera entre México y los EE.UU.,
el agua es una mercancía preciada, que se suministra cada semana en muchas
localidades en camiones o carretas. A principios del año 2001, la Comisión
Nacional del Agua hizo constar que la zona fronteriza, que es un verdadero
vertedero de desechos industriales y humanos, únicamente consigue depurar una
tercera parte de las aguas de desecho y del alcantarillado. Ciudad Juárez, que
crece a razón de 50.000 habitantes al año, se está quedando sin agua; el agua
subterránea de la que depende la ciudad ha ido bajando unos cinco pies al año. A
este ritmo, ya no quedará agua utilizable dentro de veinte años.
Como
explica Stikker, si comparamos el agua con una inversión financiera, lo que
estamos haciendo es disminuir irreversiblemente el capital del que disponemos en
lugar de sacar provecho de sus ingresos. Y no tardaremos en quebrar.
Sandra
Postel del proyecto mundial de política de las aguas, puntualiza que, además de
agotar el caudal, la explotación minera de las aguas subterráneas hace que el
agua salada invada y destruya las reservas de agua dulce. En algunos casos, este
tipo de actividad reduce para siempre la capacidad de la tierra a acumular el
agua. En California, el uso y abuso de las reservas subterráneas en el Valle
Central han resultado en la pérdida de más de un 40 por ciento de la capacidad
de almacenaje de todos los embalses artificiales del estado. En 1998, el
Ministerio Californiano de recursos hídricos anunció que a menos de encontrar
nuevas reservas, el estado tendría que hacer frente de aquí al 2020, a una
escasez de agua prácticamente equiparable al volumen de lo que sus pueblos y
ciudades están consumiendo hoy día.
Además,
la expansión mundial de las actividades de minería y de fabricación está
amenazando con contaminar aún más estas reservas subterráneas. (En la mayoría de
los países asiáticos, por ejemplo, estas reservas suministran más de un 50 por
ciento del agua del país.) World Resources señala que la industrialización
acelerada de los países en desarrollo va generando los metales pesados, los
ácidos y agentes contaminantes orgánicos persistentes que terminarán
corrompiendo las capas acuíferas.
Al mismo
tiempo la explotación abusiva de los principales sistemas fluviales del planeta,
está amenazando otra fuente limitada de agua. "El Nilo en Egipto, el Ganges en
Asia del Sur, el Río Amarillo en China y el Río Colorado en América cuentan
entre los principales ríos tan masivamente explotados (presas y desvíos por
doquier, consumo excesivo), que hay determinadas épocas en las que el agua
potable ni llega a su destino final o de hacerlo, su cantidad es ínfima",
escribe Sandra Postel. El Río Colorado tiene tantísimos consumidores a lo largo
de su recorrido por siete estados de los EE.UU., que no queda prácticamente agua
en su desembocadura hacia el mar. Los caudales del Río Grande y de la parte
superior del Río Colorado están en peligro de verse reducidos en un 75 y un 40
por ciento, respectivamente, en el siglo que viene.
Pero
quizás el análisis más devastador de la crisis mundial del agua es el que
proviene del ingeniero hidrológico Michal Kravèík y de su equipo de científicos
de la ONG Gente y Agua de la República Eslovaca. Kravèík, que ha proseguido una
brillante carrera en la Academia de Ciencias de la República, se ha dedicado a
estudiar el efecto de la urbanización, de la industria agrícola, de la
deforestación, de la construcción de presas, y de las infraestructuras y
pavimentos construidos por encima de los sistemas hidrológicos en su país y en
los países vecinos, y ha llegado a una conclusión alarmante. La destrucción del
hábitat natural del agua no sólo genera una crisis de abastecimiento que afecta
a las personas y a los animales, sino que disminuye gravemente la cantidad de
agua potable de la que dispone el planeta.
Kravèík
describe el ciclo hidrológico de una gota de agua. Para empezar se evapora de
una planta, de la superficie terrestre, de un pantano, de un río, de un lago o
del mar para acabar volviendo a la tierra en forma de precipitación. Si la gota
de agua vuelve a caer en un bosque, lago, hierba, prado o campo, puede cooperar
con la naturaleza para iniciar un nuevo ciclo hidrológico. "El derecho de
domicilio de una gota forma parte de los derechos fundamentales, y es un derecho
infinitamente más importante que los derechos humanos", afirma Kravèík.
Sin embargo, si la
superficie de la tierra se pavimenta por entero, si es desnudada de sus bosques
y praderas, y si se drenan sus torrentes y arroyos naturales, la gota no llegará
a formar parte de la cuenca de un río o de las capas acuíferas de tierra firme,
dónde es tan necesaria para la gente y los animales, sino que caerá en el mar
donde se limitará a ser almacenada. Es como la lluvia que cae en un enorme
tejado o un gigantesco paraguas; todo lo que está debajo queda seco y el agua
fluye hacia su perímetro. Como consecuencia, la disminución del agua de las
capas acuíferas en tierra firme contribuye a reducir la evaporación del agua de
la superficie terrestre y se convierte en una pérdida neta, mientras que los
mares van subiendo. En Eslovaquia, los científicos hallaron que por cada uno por
ciento de los tejados, pavimentos, estacionamientos y autopistas que se
construyen, el volumen del abastecimiento del agua pierde más de 100.000
millones de metros cúbicos al año.
Kravèík lanza una
inquietante advertencia sobre el número en aumento de lo que él denomina
"manchas calientes" - es decir los lugares en los que ya no queda ni una sola
gota de agua. A medida que la tierra se irá secando, asistiremos al
calentamiento masivo del planeta y a los correspondientes extremos climáticos:
sequía, mayor vulnerabilidad a la atmósfera, aumento de la radiación solar,
menor biodiversidad, derretimiento de las capas de hielo polares, inundación de
territorios enteros, desertización masiva y, a un momento dado, "el caos
mundial."
A
Falta de Agua, Falta de Comida
Aparte de crear graves
problemas ecológicos, la explotación abusiva de las aguas subterráneas y
fluviales, está recrudeciendo otra temible crisis - la de garantizar el alimento
del mundo.
La irrigación destinada a
las cosechas es responsable del consumo del 65 por ciento de toda el agua que
utilizamos los humanos, en comparación con un 25 por ciento achacable a la
industria y un 10 por ciento a los hogares y municipalidades. El crecimiento
demográfico anual quiere decir que cada vez se necesitará más agua para la
producción de cereales (destinados al consumo humano y animal), ya que se trata
de una actividad que exige muchísimo riego. Pero cada año, las ciudades e
industrias que hormiguean por el mundo están exigiendo y acaparando una parte
cada vez mayor del agua destinada a la agricultura. Por citar un ejemplo,
California prevé un auténtico declive en las tierras irrigadas debido a su
imponente explosión demográfica.
Tarde o temprano, algunas
regiones estériles ya no podrán satisfacer la demanda de los agricultores a la
vez que la de las ciudades que crecen a un ritmo vertiginoso. Si estas regiones
han de satisfacer las necesidades cotidianas de agua, tendrán que acabar
importando con carácter permanente la totalidad o gran parte de sus alimentos,
con lo cual se plantea la dependencia crónica de determinados países que tendrán
que seguir recurriendo a otros o a la ayuda de nuestra aldea planetaria para
poder abastecerse.
En todas las regiones
rurales de Latinoamérica y de Asia, la industrialización masiva está causando un
desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Las industrias agropecuarias
destinadas a la exportación tiran cada vez más de los recursos hídricos que
antes sólo consumían los pequeños agricultores para autoabastecerse en
alimentos. Otro gran foco de agotamiento de las reservas de agua se encuentra en
los más de 800 áreas de libre comercio del tercer mundo, tales como los de
Latinoamérica, dónde se producen alimentos en cadena para la élite de los
consumidores mundiales. En las regiones maquiladoras de México por ejemplo, el
agua potable resulta tan escasa que los niños y hasta los infantes toman Coca
Cola y Pepsi en lugar de agua.
Durante una dura temporada
de sequía en el norte de México en 1995, el gobierno cortó el suministro de agua
a los agricultores locales para asegurar, con carácter urgente, el de las
industrias de la región cuya mayoría están bajo dominio extranjero.
Pero lo que ocurre en
China es quizás aún más estremecedor. El Worldwatch Institute advierte que un
súbito e inesperado declive en el abastecimiento de agua de los agricultores
chinos, podría amenazar la seguridad alimentaria del mundo. China se enfrenta a
graves penurias de grano en el futuro próximo debido a la pérdida de agua por el
desvío de recursos ya limitados de los campos hacia la industria y las ciudades.
Como resultado, la demanda de cereales en China pudiera sobrepasar las
cantidades exportables que existen en el mundo. Si bien China podrá sobrevivir
durante una temporada por su economía en plena expansión y sus tremendos
excedentes comerciales, el aumento de los precios de los granos que resultará de
la situación creará un levantamiento social y político en la mayoría de las
ciudades del tercer mundo, poniendo en vilo la seguridad alimentaria en el
mundo.
El hemisferio occidental
de la China está mayormente compuesto por desiertos y montañas; la gran masa de
1.200 millones de ciudadanos viven gracias a varios grandes ríos cuyos sistemas
no bastan para satisfacer la demanda. Por ejemplo, en 1972 el Río Amarillo no
llegó a desembocar en el mar por primera vez en su historia. Esto ocurrió
durante quince días aquel año y el número de días va en aumento cada año desde
entonces. En 1997 quedó seco durante 226 días. La historia se repite en todos
los ríos chinos así como en sus capas acuíferas que se van vaciando debajo del
gran llano del norte de la China. A medida que se van construyendo enormes pozos
industriales para tener acceso a la poca agua que queda, millones de
agricultores chinos se encuentran con que sus pozos se van secando.
Cuatrocientas de las 600 ciudades del norte de China ya padecen de una grave
escasez de agua, y esto representa más de la mitad de la población del país.
Esta escasez ocurre en un
momento en que la explosión demográfica china conocerá en los próximos 30 años
un aumento superior al equivalente de la población de los EE.UU., y las
predicciones más conservadoras anuncian que el consumo industrial anual del agua
en China podría pasar de 52.000 millones a 269.000 millones de toneladas a lo
largo de dichos años. Esto coincide con un aumento en los ingresos de sus
ciudadanos que permite a millones de ellos instalar cañerías con duchas e
inodoros en sus casas. El Worldwatch Institute predice que China será el primer
país en el mundo que tendrá que reestructurar su economía prácticamente por
entero para hacer frente a la escasez de agua.
Especies en Peligro de Extinción
En todo el mundo, la
respuesta ante la mayor demanda de agua consiste en construir más presas y en
desviar más ríos. Llevamos mucho tiempo manipulando el agua. Incluso las más
antiguas civilizaciones, desde los Romanos a los Mayas construyeron acueductos y
canales de irrigación. Pero ahora nuestras manipulaciones han alcanzado una
escala totalmente insostenible.
El número de grandes
presas en el mundo ha pasado de apenas un poco más de 5.000 en 1950 a 38.000 hoy
día y el número de cursos desviados para la navegación ha aumentado de ni tan
siquiera 9.000 en 1900 a unos 500.000. En el hemisferio norte, hemos canalizado
y domado tres cuartas partes del caudal de los grandes ríos del mundo para la
alimentación hidroeléctrica de nuestras ciudades. Si bien es cierto que los
avances de la técnica moderna han permitido a los gobiernos abastecer el agua a
las granjas y ciudades, estas prácticas han hecho mucho daño a la naturaleza.
Las vías navegables del
mundo también tienen que hacerle frente a toda la gama de problemas causados por
la contaminación tóxica de nuestras modernas industrias. Noventa por ciento de
las aguas inmundas de los países en desarrollo siguen siendo vertidas sin previa
depuración en los ríos y arroyos.
En los EE.UU., tan sólo un
2 por ciento de los ríos y arroyos del país siguen su curso en su estado natural
original; la zona de tierra firme ha perdido más de la mitad de sus pantanos,
pérdida que se cifra en un 95 por ciento en el estado de California. La
población de aves migratorias y acuáticas ha retrocedido de 60 millones en 1950
a apenas 3 millones hoy día. Los cauces más diversos desde el punto de vista
biológico también son los que más se han deteriorado con el subsiguiente enorme
peligro para las especies y la naturaleza.
"Los EE.UU. son el
epicentro mundial de la biodiversidad del agua dulce", afirma Larry Masters de
Nature Conservancy. Treinta y siete por ciento de sus peces están en peligro de
extinción, así como 51 por ciento de sus crustáceos y 40 por ciento de sus
anfibios, y 67 por ciento de los moluscos de agua dulce ya han desaparecido o
están en vías de extinción.
Según la revista National
Geographic, en EE.UU. se gastan mil millones de libras de insecticidas y
herbicidas cada año, la mayor parte de los cuales van a parar a los sistemas
hidrológicos del país. El Consejo de Defensa de los Recursos Naturales afirma
que 53 millones de americanos beben agua de grifo contaminada por plomo,
bacterias fecales y otros contaminantes nocivos. Casi 40 por ciento de los ríos
y arroyos estadounidenses son demasiado peligrosos para la pesca, la natación o
su consumo. "Nuestros ecosistemas se están desmoronando en todos y cada uno de
nuestros cauces en el Oeste," explica Steve Glazer del grupo de trabajo de
Sierra Club encargado de estudiar el Río Colorado.
En Canadá, Jamie Linton ha
recabado información sobre una inquietante historia de uso y abuso de un sistema
hidrográfico en nombre de la Federación Canadiense de la Fauna y de la Flora. La
pérdida de pantanos se extiende a 65 por ciento en el litoral Atlántico, 70 por
ciento en el Sur de Ontario, 71 por ciento en las Praderas y 80 por ciento en el
delta del Río Fraser en la provincia canadiense de Columbia Británica. La lluvia
ácida ha causado un declive de 40 por ciento en las especies de peces en algunos
lagos canadienses. Se han construido presas a lo largo de la mayoría de los
sistemas hidrológicos del país y es de lejos el país donde más se ha procedido a
desviar las aguas de los ríos de sus cauces originales. Más de un siglo de
minería, forestería y de industria a gran escala ha afectado hasta la última
capa acuática en Canadá y se encuentran residuos químicos tóxicos en hasta los
lugares más remotos del Ártico.
En los Grandes Lagos de
EE.UU., que constituyen el mayor sistema de agua dulce del mundo, el resultado
ha sido una "pérdida catastrófica de diversidad biológica", según explica Linton.
Janet Abramovitz del Worldwatch Institute añade que los Grandes Lagos han
perdido dos terceras partes de sus otrora extensas marismas y que menos de un 3
por ciento de las costas lacustres se prestan a la natación, no son potables y
la vida acuática no puede sobrevivir en ella.
El organismo Nature
Conservancy ha identificado un centenar de especies y 31 comunidades ecológicas
que peligran en el sistema de los Grandes Lagos y señala que la mitad de ellas
no existen en ningún otro lugar. Hace doscientos años, en cada unos de los cinco
Grandes Lagos florecía una vida acuática que les era propia. En 1900, 82 por
ciento de las capturas eran de peces indígenas. Ya en 1966, las especies
indígenas alcanzaban tan sólo el 0,2 por ciento de la pesca; el 99,8 por ciento
restante correspondía a especies exóticas, la mayoría de las cuales tenían
efectos devastadores sobre las indígenas.
La historia se repite en
el mundo entero. Los 33 grandes ríos de Inglaterra, salvo uno, están padeciendo;
algunos ya han bajado de nivel hasta alcanzar menos de una tercera parte de su
profundidad media. El Támesis se expone a secarse y los grandes buques ya deben
esperar la marea alta para poder navegar. El desarrollo industrial ha separado
el Río Rin en Europa del 90 por ciento de las tierras que irrigaba originalmente
y el salmón indígena que normalmente lo remontaba casi ha desaparecido por
completo. En los 25 últimos años, las concentraciones de fosfato y de nitrato
del Danubio se han multiplicado por seis y por cuatro respectivamente, causando
daños incalculables al turismo y a la pesca de la región.
Según la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 80 por ciento
de los grandes ríos de China están tan deteriorados que los peces ya no pueden
vivir en ellos. La construcción de la presa de Asuán en Egipto en 1970 generó la
pérdida de los dos tercios del pescado que se recogía para fines comerciales.
El World Resource
Institute informa que tras construirse la presa Pak Mun en Tailandia, las 150
especies de peces que vivían en el río Mun desaparecieron casi totalmente. La
introducción de especies no indígenas en el Lago Victoria en África ha logrado
poco menos que destruir la población de especies indígenas, que ya peligraban
por los millones de litros de aguas inmundas sin depurar y de desechos
industriales que en él se vertían de las ciudades de los vecinos países de
Kenya, Tanzania y Uganda. Las tres cuartas partes de los ríos de Polonia también
han sido contaminados por productos químicos, aguas inmundas y desechos
agrícolas, de manera que su agua ni tan siquiera sirve para uso industrial.
Prácticamente la mitad de los sistemas de depuración del agua y del
alcantarillado en Moscú no son eficaces o no funcionan y, de acuerdo con el
Consejo de Seguridad Ruso, no es potable 75 por ciento del agua de los lagos y
de los ríos de la República.
La cuenca del mar de Aral
por la que se extienden Afganistán, Irán y cinco países de la ex Unión Soviética
fue una vez el cuarto lago de mayores dimensiones del mundo. Los desvíos
excesivos han resultado en la pérdida de la mitad de la región que cubría y de
tres cuartos de su caudal, mientras que los pantanos circundantes han encogido
en un 85 por ciento. Postel lo llama una de las mayores tragedias ecológicas del
planeta y hace constar que casi todas las especies de peces y de aves acuáticas
han sido totalmente aniquiladas y no queda nada por pescar. Cada año, el viento
va recogiendo de 40 a 150 millones de toneladas de una mezcla de sales tóxicas
procedentes del lecho del mar desecado y la va esparciendo por las granjas del
lugar. Millones de "refugiados ecológicos" han abandonado la región.
No se puede insistir lo
bastante sobre la crisis del agua que conoce nuestro planeta hoy día. Las
pequeñas soluciones a plazos no conseguirán impedir el desmoronamiento de
poblaciones y ecosistemas enteros. Es acuciante y aún posible volver a
replantearse de manera radical nuestros valores, prioridades y sistemas
políticos. Sin embargo, como veremos en el capítulo siguiente, hay fuerzas en
movimiento en el mundo de hoy que, a menos que nos enfrentemos a ellas,
terminarán llevando casi inexorablemente al mundo hacia un futuro en el que el
agua vendrá a faltar.
El
Impacto de la Mundialización
Todo Esta en Venta
El modelo de desarrollo
que prevalece en nuestra época es el de la mundialización económica, sistema que
radica en la creencia que una sola economía mundial con reglas universales
establecidas por las empresas y los mercados financieros resulta inevitable. La
libertad económica, y no la sana administración de la democracia o de la
ecología, es la metáfora que escogen los que tienen el poder en esta era
posterior a la Guerra Fría. De allí que el mundo esté viviendo una de las
mayores transformaciones de su historia. En el corazón de dicha metamorfosis
asistimos a un asalto masivo contra prácticamente todos los elementos que
componen la vida.
Todo está en venta,
incluso cuando se trata de conceptos que otrora se consideraban sagrados, tales
como la sanidad y la educación, la cultura y el patrimonio, los códigos
genéticos y las semillas, y los recursos naturales como son el aire y el agua.
Estos servicios y recursos están siendo cada vez más controlados por un puñado
de grandes multinacionales que van acuñando las leyes nacionales e
internacionales según el dictado de sus intereses. El Instituto de Estudios
Políticos con sede en Washington advierte que las doscientas mayores
multinacionales ya son tan grandes que sus ventas totales sobrepasan las
economías conjuntas de 182 países y poseen casi el doble de los ingresos
económicos de las cuatro quintas partes menos favorecidas de la humanidad. Entre
las cien economías más grandes del mundo, 53 son multinacionales.
Una nueva realeza mundial
es la que ahora planifica el mercado desde un punto central, destruyendo vidas y
la naturaleza por donde quiera que pisa. En palabras del escritor y ex consejero
principal de la Agencia de Desarrollo Internacional de los EE.UU. (USAID), David
Korten, "el mundo se encuentra ahora gobernado por un casino financiero mundial
cuyos empleados son banqueros anónimos y especuladores que trabajan con una
mentalidad de borregos en el oscuro mundo de las finanzas mundiales. Cada día
mueven más de dos billones de dólares en el mundo entero buscando beneficios
rápidos y paraísos fiscales, consiguiendo que los cambios monetarios y la Bolsa
hagan todo tipo de piruetas que nada tienen que ver con nuestra realidad
económica. Construyen y destruyen economías nacionales sin tan siquiera cejar,
compran y venden empresas y mantienen a los políticos a la merced de sus
intereses."
La
Desigualdad del Reparto
Una de las características
más señaladas de la mundialización económica reside en que cada vez va
aumentando la diferencia entre los ricos y los pobres; se está creando una sub
clase atrincherada entre las regiones y en el seno de todas las sociedades del
mundo. El informe del año 2000 de la Organización de las Naciones Unidas para el
Desarrollo Humano indica que la disparidad del nivel de ingresos entre los
primeros 20 por ciento y los últimos 20 por ciento de la población mundial es de
150:1 y ha doblado en los 30 últimos años. Las 225 personas más ricas del mundo
juntas poseen una riqueza igual a los ingresos anuales de la mitad de la
humanidad. Las tres personas más ricas del mundo tienen bienes por un valor que
supera el PIB de 48 países.
La quinta parte más
acaudalada del mundo consume 86 por ciento de todos los bienes y servicios,
mientras que la quinta parte más pobre consume apenas un poco más que un uno por
ciento. Los americanos y europeos gastan bastante más cada año en alimentos para
sus animales domésticos, informan las Naciones Unidas, que lo que costaría
proporcionar los servicios básicos de salud y nutrición para todos los
habitantes del mundo. Los americanos gastan más dinero en cosméticos cada año
que el que hace falta para que todo el mundo tenga una escolarización básica
No es sorprendente así
pues que la profunda falta de igualdad que fomenta la mundialización económica,
ya sea intencionalmente o no, esté afectando seriamente el acceso de los pobres
al agua, que es el más fundamental de los derechos de la vida. La Comisión
Económica y Social de las Naciones Unidas sobre desarrollo sostenible indica que
las tres cuartas partes de la población que tienen problemas de escasez de agua
- es decir el 26 por ciento de la población total del mundo – se encuentran en
los países en vías de desarrollo. De aquí al año 2025, predice la Comisión, los
países con ingresos modestos que tengan problemas de agua alcanzarán el 47 por
ciento de la población total del mundo.
En los países muy poblados
de Asia, África y Latinoamérica, el aumento masivo de desechos animales y
humanos que se intensificará con la llegada de granjas industriales, expone a
más y más personas a contraer enfermedades como el cólera o como la bacteria
mortal E.coli presente en los abastecimientos de agua contaminados. La mayoría
de los gobiernos locales no pueden ni tan siquiera permitirse adquirir el cloro
que les haría falta para depurar el agua. Allí donde las localidades tenían por
costumbre recurrir a los pozos y a las bombas manuales para evitar los problemas
del agua contaminada de la superficie, ahora resulta que los desechos químicos y
humanos también se están infiltrando en estas fuentes haciendo que la superficie
de saturación se vuelva peligrosa a su vez. En las ciudades del tercer mundo ya
es una práctica común el recurrir al racionamiento del agua por barrios durante
algunas horas del día o durante algunos días de la semana.
Las Naciones Unidas
informan que los europeos gastan 11.000 millones de dólares al año en helado, es
decir 2.000 millones más que la suma total que haría falta para abastecer a la
población mundial en agua potable y depurar las alcantarillas del mundo entero.
Más de cinco millones de personas, niños en su mayoría, mueren cada año por
enfermedades debidas a la deplorable calidad del agua potable. Mientras miles de
millones sobreviven malamente sin agua potable, los habitantes de América del
Norte utilizan unos 39 litros de agua por persona y por día.
Pero la falta de igualdad
de acceso al agua existe en el seno de las sociedades también. En 1994, cuando
Indonesia se vio devastada por una importante sequía, los pozos de los
residentes se secaron pero los campos de golf de Yakarta, que acogen a turistas
adinerados, siguieron recibiendo mil metros cúbicos por campo al día. En 1998 en
medio de una sequía de tres años que había secado los sistemas fluviales y
vaciado los embalses, el gobierno de Chipre cortó en cincuenta por ciento el
abastecimiento a los granjeros mientras garantizaba a los dos millones de
turistas que acuden al país cada año que dispondrían de todo el agua que
precisarán. En Corea del Sur, los granjeros al sur de Seúl recientemente se
armaron de hoces y formaron un bloqueo ante los camiones cisterna municipales
porque estos últimos bombeaban agua para los habitantes de la ciudad y los
granjeros temían que el agua llegara a faltar para las cosechas.
Anne Platt del Worldwatch
Institute hace constar que una familia perteneciente a los cinco grupos de
mayores ingresos en Perú, la República Dominicana o Ghana tiene,
respectivamente, tres, seis, o doce veces mayores posibilidades de que el agua
se conecte a su domicilio que una familia que forma parte de los cinco grupos de
menores ingresos de esos países. En vista de que no tienen acceso a servicios
públicos subvencionados, explica Platt, los pobres a menudo terminan pagando más
por el agua que los ricos porque deben obtenerla de fuentes ilegales o privadas.
Por ejemplo, en Lima,
Perú, los pobres pueden llegar a pagar a un vendedor privado hasta tres dólares
por metro cúbico de agua, que además deben de ir a recoger en cubos y que a
menudo resulta contaminada. Los más ricos en cambio pagan 30 centavos por metro
cúbico de agua depurada y no tienen más que abrir el grifo en su casa. Los
habitantes de los barrios marginados que se extienden por las colinas de
Tegucigalpa, capital de Honduras, pagan bastante más por el agua suministrada
por camiones cisterna privados que lo que pagarían aunque fuera al gobierno para
la instalación de las canalizaciones necesarias. En Dacca, Bangladesh, los
okupas pagan el agua a un precio doce veces mayor que lo que cobran los
servicios públicos de la localidad. En Lusaka, Zambia, las familias de pocos
ingresos suelen desembolsar la mitad de los ingresos del hogar para obtener
agua.
Los pueblos indígenas han
sentido de una forma particularmente brutal el impacto de la mundialización
económica y del robo del agua que les pertenecía. Al tener una relación muy
directa con el agua, los indígenas son particularmente vulnerables ante
cualquier proyecto de gran envergadura que altere sus ecosistemas acuáticos. Los
colosales proyectos hidroeléctricos del Norte de Québec resultaron devastadores
para las primeras naciones Cri así como para el caribú y el pescado que son sus
modos de subsistencia.
El autor ecológico Josh
Karliner explica: "El proceso de la mundialización no deja de hacer mella en el
apoyo social y financiero a los derechos fundamentales de los pobres, dejando
cada vez más a un lado los que no suscriben a sus franquicias y que tienen que
defenderse por sí solos ante un 'mercado' brutalmente competitivo. Cada vez es
más mayor el número de personas que se convierten en víctimas de la
mundialización, a medida que las fuerzas de expansión empresarial van
introduciéndose en las tierras agrícolas, los desiertos, los océanos y los
sistemas fluviales en los que antes no se fijaban. Muchas comunidades del
planeta que aún siendo pobres se bastan a sí mismas, están siendo sumergidas en
una pobreza cada vez mayor desde el punto de vista social y ecológico, y se
encuentran cada vez más desplazados en el plano cultural, a medida que las
empresas se van apropiando de sus recursos para colmar las exigencias
aparentemente insaciables de la sociedad de consumo que se va multiplicando en
el mundo."
Aunque antaño se la
reconocía como derecho humano fundamental, el agua es ahora denegada a
numerosísimos miembros de nuestra familia humana. Los recursos hídricos no
pueden conservarse de manera inteligente hasta que hagamos frente a la realidad
de estas desigualdades. Y no nos podemos enfrentar esta realidad sin antes
rechazar los principios de la mundialización económica.
Prohibido Preservar
La mundialización crea
estructuras económicas y políticas que hacen que sea absolutamente imposible una
economía con efectos benignos para el medio ambiente. La mundialización
económica pretende integrar las economías nacionales en un mercado único y
unificado. Las grandes multinacionales ejercen presiones sobre los gobiernos
nacionales con el fin de obtener la privatización, la desreglamentación, la
eliminación de las barreras al comercio y a las inversiones, de manera a dar
impulso a las exportaciones, y que se renuncie en general a los controles del
estado sobre la economía, para crear una sola economía mundial.
Una integración económica
de esta índole hace que la producción industrial alcance niveles insospechados e
inéditos, intensificando la explotación de los recursos naturales y agravando
cualquier problema ecológico existente. Una competencia más agresiva obliga a
los gobiernos a aminorar sus programas de protección del medio ambiente para
poder incrementar la competitividad de sus productores nacionales y atraer las
inversiones extranjeras. Las actividades económicas ecológicamente viables y
sostenibles se castigan mediante la desreglamentación de las fuerzas del mercado
haciendo que una administración responsable se convierta en un aspecto negativo
de cara a la competitividad.
"La mundialización da
lugar a estructuras políticas y económicas cuya pauta de producción y de consumo
resulta destructiva tanto a nivel ecológico como social," afirma Víctor Menotti,
director del Comité encargado de estudiar las Consecuencias Ecológicas de la
Mundialización en el marco del Foro Internacional sobre Mundialización. "Todas
las actividades van orientadas hacia la exportación que, para ser competitiva a
nivel mundial, requiere un control centralizado sobre los extensos recursos
naturales, la capacidad de tener acceso a importantes capitales de financiación,
y la necesidad de recurrir a complejas megatecnologías. Cada vez se necesitan
menos trabajadores con lo cual numerosísimas personas se convierten en
espectadores indefensos del traslado a otros destinos de los recursos con los
que trabajaron una vez.
"El resultado es un
régimen que va en contra de los mismísimos principios de una económica
ecológicamente sostenible, y que se resume a: quitar el control de la tierra a
la gente que vive en ella, desalentar la institución de una rigurosa normativa
protectora, penalizar la administración responsable, e imposibilitar la tarea de
fijar el precio justo."
A medida que la naturaleza
se va reificando, los gobiernos de todo el mundo están desmantelando su
legislación medioambiental o permitiendo que la industria se autocontrole. Los
países están bajando los impuestos sobre las sociedades y moderando su
reglamentación ecológico con el fin de permanecer competitivos, que es su primer
cometido en el marco de la nueva economía. Como resultado, los gobiernos se
encuentran con una reducida capacidad fiscal para el saneamiento de las aguas
contaminadas y la construcción de infraestructuras para proteger el agua, a la
vez que se encuentran con una potestad normativa mermada para impedir que las
aguas se sigan contaminando.
El imperativo de la
mundialización, que consiste en el crecimiento ilimitado, hace que sea imposible
para los países participantes otorgarle carácter prioritario a la preservación.
Los países en desarrollo han reestructurado sus sistemas económicos para pagar
la deuda y favorecer sus exportaciones como el camino hacia la prosperidad,
destrozando de paso tanto los ecosistemas naturales como la normativa
medioambiental. El uso abusivo y la contaminación masiva de las vías navegables
interiores de la mayoría de los países en desarrollo ha sido uno de los precios
que ha habido que pagar para pertenecer a la economía mundial. El
empobrecimiento de las aguas subterráneas y de los ríos para satisfacer la
demanda de agua de las multinacionales es otro.
Las tecnologías nocivas
para el medio ambiente, inclusive los sistemas de transporte masivo necesarios
para los intercambios comerciales a nivel mundial también deterioran las aguas.
Las carreteras que se han construido a costa de la naturaleza destruyen los
hábitats de los ríos y lagos así como los bosques; el aumento del transporte
marítimo multiplica la cantidad de desechos que van a parar directamente en los
océanos y lagos; y el dragado para la construcción de puertos y vías marítimas
destruye el hábitat de los litorales.
China ha empezado a
trabajar en un gigantesco proyecto de 1.000 millones de dólares para desviar el
agua del río Yangtse a Beijing. Diez mil trabajadores casi han terminado de
perforar una serie de túneles de 420 kilómetros para el drenaje del agua de la
parte central del Yangtse, desde dónde se canalizará ya sea a través de una
elevada cadena montañosa, ya sea a través de un nuevo canal de 1.230 kilómetros
para abastecer a ciudades sedientas como Taiyuan, de camino hacia la capital –
el Worldwatch Institute dice que este proyecto equivale a desviar el río
Mississippi para abastecer la ciudad de Washington.
Los gobiernos de varios
países sudamericanos han dejado en suspenso por ahora la creación de un nuevo
sistema hidrográfico de enormes proporciones que canalizaría 3.400 kilómetros de
los ríos Paraguay y Paraná para uso industrial y abriría el interior del
continente al comercio mundial. Pero los ecologistas aún no están convencidos;
saben que hay enormes intereses empresariales en juego y que no se renunciará
tan fácilmente al proyecto.
"Con las prácticas
empresariales actuales," dice el hombre de negocios y ecologista Paul Hawken,
nadie podrá sustraerse a la economía mundial, ni una sola reserva o coto de la
fauna y de la flora, ni ninguna cultura indígena. Sabemos que hasta el último
sistema natural del planeta se está desintegrando. La tierra, el agua, el aire y
el mar, han sido transformados funcionalmente para pasar de ser los sistemas que
alimentaban la vida a convertirse en vertederos de basura. No hay ninguna forma
elegante o bien educada de decir que los negocios están destruyendo el mundo."
Pero no todo el mundo lo
ve todo negro en esta crisis mundial del agua. Al fin y al cabo, lo que algunos
perciben como una pesadilla ecológica de proporciones inéditas, los
inversionistas del sector privado lo ven cada vez más como una ocasión de
hacerse de oro.
Los
Bucaneros del Agua
Agua en Venta
A medida que los gobiernos
se van alejando de sus responsabilidades normativas, las grandes multinacionales
dedicadas al agua, a los alimentos, a las fuentes de energía y al transporte,
están al acecho, esperando sacar provecho de la escasez del agua en el mundo y
acaparar el control del agua mediante: la adquisición de embalses y vías
marítimas; el desarrollo de nuevas tecnologías, tales como la potabilización del
agua de mar; el control sobre la efervescente industria del agua embotellada; la
privatización de las canalizaciones municipales y regionales, incluyendo el
alcantarillado; la construcción de infraestructuras hídricas; y la exportación
del agua.
"El agua y sus
infrestructuras son la última frontera que a los inversionistas privados que les
queda por invadir," afirma Johan Bastin del Banco Europeo de Reconstrucción y
Desarrollo. Lo trágico es que es también el último baluarte de la naturaleza y
de los bienes comunes.
El diario canadiense The
Globe and Mail augura que la privatización del agua será la gran industria
nacional de los próximos diez años y que las inversiones en este sector se
calcularán en decenas de millares de millones de dólares. "El agua se está
convirtiendo rápidamente en una industria empresarial mundializada." En su
edición de Mayo 2000, la revista Fortune indica que, ante un mundo receloso de
las fluctuaciones de la Bolsa en el sector tecnológico, el agua viene a ser la
inversión del siglo. El Banco Mundial establece el valor del mercado actual en
un billón de dólares; pero las posibilidades de lucro son infinitas, ya que de
momento, las empresas abastecen únicamente a un cinco por ciento de la población
mundial.
El mundo del agua
privatizada está prácticamente monopolizado por dos multinacionales francesas.
La Suez Lyonnaise des Eaux (que construyó el Canal de Suez y cuyos beneficios en
1999 ascendieron a 15.000 millones de dólares sobre una cifra de negocios de
32.000 millones) y Vivendi SA vienen a ser la General Motors y la Ford del mundo
del agua. Global Fortune 500 coloca a ambas empresas entre las cien mayores del
mundo. Estas compañías son total o parcialmente dueñas de un elenco de empresas
hidrográficas en más de 120 países en cinco continentes y distribuyen agua a
unos 100 millones de habitantes en el mundo.
El PDG de la Suez, Gerard
Mestrallet, afirma que busca recrear una página del pasado de su país y
desarrollar en su empresa la filosofía de la "conquista" para abrirse paso en
nuevos mercados alrededor del mundo. La Suez es mucho más que una empresa
hídrográfica. Según la revista Fortune, "Es un nuevo invento…un servicio público
diversificado que ofrece a las ciudades toda la gama de servicios que requieren
de infraestructuras, desde el abastecimiento de agua potable al alcantarillado,
pasando por la recogida de basuras, la televisión de pago y la energía
eléctrica." La empresa, que proyecta la expansión anual de sus negocios en el
sector hidrográfico en un diez por ciento anual acaba de firmar sus primeros
grandes contratos en China, país que Mestrallet percibe como "un mercado de
primera en el siglo que viene."
Tanto Suez como Vivendi
están luchando por acaparar el lucrativo mercado estadounidense, que pasa por el
mayor del mundo con ingresos anuales del orden de 90.000 millones de dólares.
Las nuevas leyes americanas han abierto la puerta a una mayor participación del
sector privado en los negocios de abastacimiento y de depuración del agua en el
país. Hasta ahora, este sector lo controlaban casí exlusivamente pequeños
contratistas del sector público. Estas empresas se disponen ahora a fomentar la
privatización masiva del mercado del agua en EE.UU. En 1999, la Suez desembolsó
mil millones de dólares por la adquisición de United Water Resources y compró
asímismo dos grandes productoras de sustancias químicas para la depuración del
agua, Nalco y Calgon, por un valor total de 45.000 millones de dólares. En ese
mismo año, Vivendi adquirió la U.S. Filter Corp. Por más de 6.000 millones en
efectivo, proyectando para la nueva empresa una cifra de negocios del orden de
12.000 millones de dólares. Vivendi también es propietaria de un 42 por ciento
de la empresa Air and Water Technologies (AWT).
La sociedad francesa SAUR,
propiedad de la constructora Bouygues, se está implantando en varios países. La
compañía internacional española Aguas de Barcelona tiene muchas actividades en
Latinoamérica, mientras que la Thames Water y la Biwater de Gran Bretaña están
adquiriendo concesiones hidrográficas en Asia y África del Sur. La United
Utilities of Britain se ha asociado a la gigantesca constuctora estadounidense
Bechtel para fomentar proyectos de privatización en América del Norte y del Sur.
Recientemente, numerosas
grandes compañias de gaseoductos/oleoductos e hidroeléctricas se han lanzado en
el campo del agua prometiéndose recoger grandes cosechas de lo que ellos llaman
la "convergencia" - la posibilidad de que una sola compañía canalice con ánimo
de lucro y en una sola operación el gas natural, el agua y la electricidad, a
millones de hogares. La General Electric ha aunado sus fuerzas a las del Banco
Mundial y del especulador George Soros para invertir miles de millones de dólars
en un "Fondo Energético Mundial" con vistas a privatizar la energía y el agua en
todo el mundo, informa el Guardian Weekly.
El gigante de las empresas
energéticas de los EE.UU., Enron, que ha adquirido la Wessex Water PLC de
Inglaterra, está ofertando en busca de obtener enormes contratos a costa de los
ya establecidos para privatizar los servicios de agua en Bulgaria, Río de
Janeiro, Berlín y Panamá bajo su nueva división hidrográfica, Azurix. El grupo
RWE, principal empresa hidroeléctrica de Alemania, también se va dibujando como
importante protagonista del mundo de los servicios de aguas y alcantarillado
Un
Rendimiento Que Deja Que Desear
La privatización de los
suministros municipales de agua en el mundo entero tiene pésimos antecedentes.
Desde que dichos servicios fueron privatizados en Francia, las tarifas se han
disparado en un 150 por cien. El gobierno francés también informa que el agua
potable suministrada a más de cinco millones de personas después de la
privatización estaba contaminada. Los magistrados franceses han dedicado buena
parte de último decenio a la investigación de alegatos de corrupción contra los
ejecutivos de las dos mayores sociedades francesas del agua que fueron
inculpadas en tres ocasiones por sobornos encaminados a obtener contratos
hidrográficos en Francia.
Public Services
International (PSI) informa que entre 1989 (año en que el agua fue privatizada)
y 1995, los consumidores ingleses tuvieron que hacer frente a un aumento del 106
por ciento de las tarifas, mientras que los beneficios de las empresas
aumentaban en un 692 por ciento. El sueldo del director mejor pagado de la North
West Water, por ejemplo, se incrementó en un 708 por ciento. Como resultado de
estas subidas de precio, el número de consumidores que han tenido que
desconectarse de los servicios ha aumentado en un 50 por ciento desde la
privatización. Las empresas de agua británicas fiugran entre los máximos
responsables de los daños infligidos al medio ambiente en el Reino Unido. Entre
1989 y 1997, se entablaron 128 demandas judiciales contra las empresas
siguientes: Anglian, Severn Trent, Northumbrian, Wessex (subsidiaria de Enron) y
Yorkshire.
Por otra parte, la
privatización siempre va acompañada por despidos. En Gran Bretaña, las empresas
privadas despidieron a un 25 por ciento de la población activa, es decir a unos
100.000 trabajadores, cuando adquirieron los derechos de aguas. En Diciembre de
1999, al recibir la orden del gobierno de rebajar los precios, anunciaron miles
de nuevos despidos pese a los lucrosos beneficios que estaban cosechando. En
Europa Central, bastaron unos pocos años para que las empresas privadas de
suministro de aguas encogieran en un 30 por ciento la población activa de siete
ciudades (cuyos derechos habían adquirido). En Sydney, Australia, cuando se
privatizó el Consejo de Aguas, miles de trabajadores perdieron su empleo y los
precios al consumo doblaron en apenas cuatro años.
Cuando se privatiza el
agua, el público suele perder el derecho a obtener información sobre la calidad
del agua y las normas vigentes. Se produjo un verdadero enscándalo cuando se
descubrió en el verano de 1998 que el agua suministrada por la Sydney,
proveedora del agua de Australia ahora controlada por la Suez Lyonnaise des Eaux,
contenía altas concentraciones de parásitos giardia y criptosporidium, hecho que
le fue ocultado al público cuando se descubrió.
En Ontario, Canadá, el
gobierno introdujo la denominada "Revolución del Sentido Común", "revolución"
cuyas características principales residían en cortes masivos en el presupuesto
del medio ambiente, la privatización de los laboratorios hidrográficos
experimentales, la desreglamentación de la infraestructura de protección del
agua, y el despido de un elenco de especialistas en este campo. En 1999, justo
después de que un estudio del gobierno federal canadiense reveló que una tercera
parte de los pozos rurales de Ontario estaban contaminados por el E. coli, el
gobierno de la provincia eliminó las pruebas relacionadas con este bacilo de su
programa de vigilancia del agua potable, abandonando el programa por completo al
año siguiente.
Los resultados fueron
catastróficos. Brotes de E. coli en cierto número de localidades hizo cundir el
pánico en todas las regiones rurales de la provincia de Ontario. En junio del
año 2000, se supo de al menos siete personas, una de ellas un bebé, que
fallecieron por ingerir el agua de la pequeña localidad de Walkerton. La
localidad había subcontratado las pruebas a una planta perteneciente a una
compañía privada de Tennessee. El laboratorio en cuestión, A&L Laboratories,
descubrió la presencia de este bacilo mortal en el agua pero optó por no
comunicar el hecho a las autoridades provinciales, acogiéndose al derecho que le
otorgan las nuevas reglas establecidas en nombre del "sentido común." Un
portavoz del laboratorio recordó que los resultados de las pruebas eran
"propiedad intelectual y confidencial" y que como tales resultaban ser propiedad
exclusiva del "cliente" – es decir los funcionarios de la municipalidad de
Walkerton, que no tenían la formación necesaria para saber qué hacer con las
pruebas.
El
Liderato del Banco Mundial
En el tercer mundo, la
situación resulta aún peor allí dónde instituciones financieras internacionales
como son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se dedican a
fomentar a toda costa la privatización del agua. Tal como lo explica Public
Services International, estas instituciones deforman el libre albedrío con
políticas tales como la de imponer la privatización del agua como condición para
la concesión de créditos o ayudas para la cancelación de la deuda, la
financiación otorgada a las multinacionales hídricas antes que a las empresas
públicas y la venta de los servicios de aguas con vistas a reducir la deuda
nacional.
Los proyectos de
privatización del agua bajo los auspicios del Banco Mundial, fomentan la
creación de monopolios y protegen la corrupción rampante y la extorsión, y a
menudo se negocian en el mayor de los secretos. Los acuerdos se consideran
"propiedad intelectual" y el público permanece ajeno a sus modalidades. La
confabulación con dictadores como Suharto en Indonesia es muy frecuente. El
banco suele invertir la parte del león de la inversión mientras que la empresa
se lleva los beneficios. La Suez prometió invertir 1.000 millones de dólares
para privatizar el sistema de agua de Buenos Aires, pero terminó invirtiendo
únicamente 30 millones; el resto provino de una agencia del Banco Mundial.
Cuando el agua se
privatiza, los precios salen al mercado abierto. Como dice el director de la
Suez, Sr. During, " Estamos aquí para hacer dinero." Tarde o temprano la empresa
que invierte tiene que recuperar su inversión, lo cual quiere decir que el
cliente tiene que pagar por ello. El resultado en el tercer mundo es la
exclusión de millones de pobres. Como las compañías están motivadas por el ánimo
de lucro y no por el ideal de servir al público, no tienen ningún incentivo para
suministrar agua a los pobres.
En la India, algunos
hogares llegan a pagar hasta un 25 por ciento de sus ingresos para el agua. El
suministro de agua en Manila, Filipinas, fue dividido por el Banco Mundial en
dos zonas en 1997, y es administrado por dos consorcios distintos. Uno de estos
ellos comprendía a Bechtel y el otro a la Suez Lyonnaise des Eaux. Apenas
transcurridos unos meses tras el inicio del nuevo acuerdo, subieron de manera
radical los precios al consumo, contrariamente a su promesa de manterner las
tarifas bajas, sopretexto de compensación por los ingresos perdidos debido a la
crisis monetaria regional. Un año más tarde, la Biwater aumentó las tarifas del
agua en Subic Bay en las Filipinas en un 400 por cien.
La empresa multinacional
británica Biwater amenazó con denunciar ante los tribunales a unos sindicalistas
en África del Sur por haberla criticado en la web. Los sindicalistas acusaban a
la empresa de una mala administración y de su involucración en el escándalo
británico "arms?for?aid " de los años 1980, hecho que había sido documentado por
el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes británica. El
sindicato de trabajadores municipales de Afica del Sur afirma que Biwater está
intentando acallar las críticas del público con la esperanza de que le sea
adjudicado el primer contrato de agua privada en la historia de África del Sur.
La postura del sindicato
es inamovible: " la privatización del agua es una cuestión crucial que ha de
someterse a debate público. Hay vidas humanas que dependen de la distribución
equitativa de los recursos hídricos; el público debe de tener voz y voto a la
hora de decidir si quiere que unos recursos tan críticos como estos sean
controlados por una multinacional extranjera cuyo interés primordial reside en
optimizar los beneficios… El agua es un recurso imprescindible para la vida y
dada su escasez, debe de suministrarse por el sector público y permanecer así en
manos de la colectividad. El agua no debe de suministrarse con la intención de
hacer beneficios, sino para satisfacer las necesidades humanas."
La privatización del agua
es injusta por muchos motivos. Permite que las decisiones relativas a la
distribución del agua giren casí exclusivamente en torno a consideraciones
comerciales. Los accionarios empresariales buscan obtener el máximo beneficio,
sin tener en cuenta ni el carácter sostenible de los recursos ni la igualdad de
acceso. La privatización quiere decir que la administración de los recursos
hídricos se funda en los principios de la escasez y de la optimización de los
beneficios en lugar del aspecto sostenible de cara al mañana. Las empresas
dependen del incremento del consumo para generar beneficios y por lo tanto
estarán más dispuestas a invertir en la potabilización del agua marina, el
desvío o la exportación de agua, antes que para su conservación.
Por otra parte, la
tendencia mundial hacia la reíficación de lo que fuera un servicio público
reduce la participación de los ciudadanos en las decisiones relativas a la
administración de las aguas. Los proyectos de agua privados regidos por el Banco
Mundial, por ejemplo, conllevan exigencias relativas a una divulgación mínima
sobre su contenido. Un ejecutivo de una empresa de aguas manifestó públicamente
en el Foro sobre agua mundial que se mantuvo en la Haya en Marzo del 2000, que
mientras que el agua siguiera saliendo del grifo, el público no tenía ningún
derecho a saber como llegó hasta allí. La concentración del poder en manos de
una única empresa y la incapacidad de los gobiernos de recuperar el dominio de
los servicios de suministro permiten a las empresas imponer sus intereses sobre
el gobierno, reduciendo así el poder democrático de los ciudadanos.
Los que abogan por la
privatización afirman que están buscando crear consorcios entre el sector
privado y el público y procuran convencer a los interesados de que los gobiernos
seguirán estableciendo las reglas. Sin embargo, como la prestación de servicios
de abastecimiento de agua no redunda en sí sola en recetas suficientes, las
compañías van buscando acaparar cada vez más el control exclusivo sobre estos
suministros mediante la adquisición de infraestructuras y permisos de
explotación. Están logrando evitar la participación del público y creando
enormes monopolios contra los cuales los suministradores locales no pueden
competir.
Al apoyar la financiación
de proyectos a gran escala, el Banco Mundial y otras instituciones de este tipo
suelen dar la preferencia a grandes proyectos de infraestructura que abarquen
servicios públicos múltiples, en beneficio de las grandes empresas, lo cual
conduce a la creación de monopolios. Para mayor insulto, el Banco Mundial está
apoyando estas grandes empresas con fondos públicos, y asume los riesgos,
mientras que la empresa cosecha los beneficios. Y a menudo ocurre que los
gobiernos, que supuestamente representan a su pueblo, tienen que garantizar al
accionista que recibirá los ingresos correspondientes. Chile tuvo que garantizar
un margen de beneficios del 33 por ciento a la Suez Lyonnaise des Eaux como
condición impuesta por el Banco Mundial - cualquiera que fuera el rendimiento.
Pero más preocupante aún
es el hecho de que las estrechas alianzas entre los gobiernos, el Banco Mundial
y las empresas suministradoras de agua, otorgan a estas empresas una influencia
indebida sobre las políticas del gobierno que favorecen sus intereses, tales
como la desreglamentación y el libre comercio, y un acceso preferencial a los
contratos de suministro que se van produciendo. El objetivo declarado del Banco
Mundial cuando concedió un préstamo a las infraestructuras de aguas de Budapest
consistía en "amortizar la resistencia política ante la participación del sector
privado." En las Filipinas las empresas suministradoras de agua pueden apelar
las decisiones y medidas que el gobierno tome contra ellas ante un panel
internacional de arbitraje designado por la Cámara de Comercio Internacional.
Estos contratos apoyados
por el Banco Mundial han llegado tan lejos que ahora ya llegan a contener una
forma de " seguro democrático." Un contrato recientemente firmado entre Azurix y
el gobierno argentino garantiza el pago al contado por "expropiación" en caso de
que un gobierno futuro cambie de idea y desee restablecer los servicios de
suministro de agua bajo control público.
La
Guerra del Agua
En 1998, el Banco Mundial
se negó a garantizar un préstamo de 25 millones de dólares para la
refinanciación de los suministros de agua en Cochabamba, Bolivia, salvo que el
gobierno vendiera su sistema de suministro público al sector privado y que los
costes fueran imputados a los consumidores. Tan solo se consideró una oferta y
la empresa adjudicataria resultó ser Aguas del Tunari, una filial del
conglomerado dirigida por Bechtel, la gigantesca empresa de ingeniería de San
Francisco, y por varias otras constructoras.
En Diciembre de 1999, esta
compañía privada anunció su intención de duplicar los precios del agua. Para la
mayoría de los Bolivianos, esto quería decir que el agua iba a costar más que la
comida; para las personas en paro o que percibían el salario mínimo, las
facturas de agua de repente pasaron a representar casi la mitad de su
presupuesto mensual. Para mayor insulto, el gobierno boliviano animado por el
Banco Mundial, concedió monopolios absolutos a concesionarios privados de agua,
anunció que apoyaba la tarificación del agua a pleno coste, relacionó el coste
del agua con el dólar americano y declaró que no se usaría ni la más mínima
fracción del préstamo concedido por el Banco Mundial para ayudar a los pobres a
pagar por los suministros de agua. Para poder acceder al agua, incluso la que
procedía de los pozos de las localidades, se requerían permisos y los campesinos
y pequeños agricultores hasta tuvieron que comprar permisos para instalar
captores de lluvia en sus tierras.
El traspaso de las
empresas públicas tales como los transportes, los servicios eléctricos y la
educación a empresas extranjeras ha puesto el debate económico al rojo vivo en
Bolivia. Pero esto era diferente; las encuestas revelaron que 90 por ciento del
público quería que Bechtel desapareciera del mapa. El debate se convirtió en
protesta y así se inició una de las primeras "guerras del agua" del mundo.
Dirigido por Oscar
Olivera, ex maquinista convertido en activista sindical, un masivo movimiento de
trabajadores, campesinos, agricultores y otras personas crearon La Coordinadora
de Defensa del Agua y de la Vida - en breve La Coordinadora – para
"desprivatizar" el sistema de suministros de las aguas locales. Cientos de miles
de bolivianos marcharon sobre Cochabamba para manifestarse contra el gobierno en
una huelga general y el paro de los transportes provocó la paralización total de
la ciudad. La policía intervino con violencia practicando arrestos y a comienzos
de abril, el gobierno declaró la ley marcial. Los activistas fueron detenidos
durante la noche y los programas de radio y televisión se interrumpieron en
plena emisión. Un joven de 17 años, Víctor Hugo Danza, fue muerto por un disparo
en plena cara.
Por fin, el 10 de Abril
del 2000, los directores de Aguas del Tunari y de Bechtel abandonaron Bolivia,
llevando en sus maletas los expedientes de sus empleados más significativos,
documentos y computadores y dejando detrás de ellos una empresa desmantelada y
endeuda hasta el cuello. Ante las exigencias de la población, el gobierno revocó
su tan odiada legislación sobre la privatización del agua. Hondamente afectado
por el fracaso del proyecto que había emprendido con tanta ilusión, el gobierno
local terminó cediendo sin más la administración de los servicios de agua,
SEMAPA a los que protestaban y a La Coordinadora, con deudas y todo.
La gente se hizo cargo de
esta nueva dificultad y eligió un nuevo consejo de administración para la
compañía de aguas, desarrollando un nuevo mandato anclado en un firme conjunto
de principios. La compañía tenía que ser eficaz; incorruptible, justa para con
los trabajadores, guiarse por su compromiso hacia la justicia social
(abasteciendo primero a los que no tienen agua), y actuar como catalizador para
una mayor participación y organización del movimiento popular.
La primera medida de la
nueva compañía consistió en poner en funcionamiento una enorme cisterna de agua
en los barrios menos favorecidos del sur, instalando cañerías para el
abastecimiento de 400 localidades que se habían visto abandonadas por la antigua
compañía. Después, la empresa se preocupó de tener una presencia dinámica en los
barrios, escuchando a la gente y trabajando con ella para resolver los
problemas. En el verano del 2000, La Coordinadora organizó sus primeras
audiencias públicas sobre SEMAPA, con el ánimo de emprender un proceso de
consulta sobre el establecimiento de una definición amplíamente consensuada
sobre el devenir de la empresa, recibiendo gran número de propuestas de la
sociedad civil.
La empresa también ha
adoptado una postura inflexible en lo que se refiere a cualquier indemnización a
Bechtel por sus "pérdidas." Bechtel ha presentado una demanda contra el gobierno
boliviano por unos 40 millones de dólares USA ante la Corte Internacional del
Banco Mundial para la resolución de conflictos sobre inversiones. Invoca sus
derechos de "expropiación" en virtud del Tratado bilateral sobre las inversiones
que Bolivia firmó con Holanda en 1992. Bechtel, empresa norteamericana, debe de
haber intuído que iba a tener conflictos en Bolivia; así pues, a finales de 1999
trasladó su empresa de Tunari de las Islas Caiman a Holanda, obteniendo así el
derecho de demandar al país más desfavorecido de toda Sudamérica.
Mientras que el gobierno
de Bolivia había declarado oficialmente que presentaría recurso contra esta
demanda, hay quienes piensan en el gobierno que la mejor solución sería
indemnizar a Bechtel para demostrar que el país está preparado para la
mundialización económica y que será un "buen" actor en el escenario de la OMC.
Se rumorea con inquietud que el gobierno de Bolivia está negociando un acuerdo
amistoso secreto con Bechtel.
En el transcurso de los
primeros meses del año 2002, se ha ido observando una pauta harto preocupante de
vigilancia, de infiltración, de acoso y agresiones físicas contra los miembros
de La Coordinadora. Se sabe claro está que tanto La Coordinadora como SEMAPA
tienen poderosos enemigos en los peldaños del poder de los gobiernos del estado
y de Bolivia. Si los ciudadanos no fracasaran en administrar su propia empresa
de aguas, esto podría servir de advertencia a otros en el mundo para que no se
opongan a la privatización del agua y al poder del Banco Mundial.
Las
Industrias de Alta Tecnología, Grandes Acaparadoras del Agua
Conflictos parecidos sobre
el agua están produciéndose más y más en la industria de la informática en que
las grandes empresas están reclamando una porción desmesurada de los suministros
de aguas locales. Los fabricantes de computadores utilizan grandes cantidades de
agua dulce desionizada para producir sus mercancías y por lo tanto, siempre
están buscando nuevas fuentes de agua. Esta búsqueda está enfrentando cada vez
más las grandes sociedades de alta tecnología contra las personas económica y
socialmente marginadas en la batalla por los recursos locales.
La electrónica es el
sector de fabricación de mayor crecimiento en el mundo, según la Silicon Valley
Toxics Coalition. Gigantes tales como IBM, AT&T, Intel, NEC, Fujitsu, Siemens,
Phillips, Sumitomo, Honeywell, y Samsung tienen una cifra de venta neta anual
que supera el producto interior bruto de muchos países. Si en un prinicpio se
pensó que se trataba de una industria no contaminante, la alta tecnología no ha
tardado en dejar en poco tiempo un estremecedor legado de polución. El Valle de
la silicona tiene más lugares declarados altamente tóxicos por la Ley de
protección medioambiental de los EE.UU. que cualquier otra región del país, sin
hablar de más de 150 capas subterráneas contaminadas, muchas de las cuales se
relacionan con la fabricación de alta tecnología. Casí el 30 por ciento de las
aguas subterráneas debajo y en los alrededores de Phoenix, Arizona, ha sido
contaminada y bastante más de la mitad es imputable al sector de la alta
tecnología.
En la actualidad existen
unas 900 plantas de fabricación de condensadores o fábricas de transformación en
el mundo que se dedican a producir soportes para los chips informáticos. Otras
140 fábricas están en vías de construcción. Este tipo de fábricas consume una
impresionante cantidad de agua. A modo de ejemplo, Intel Fab, que se ubica en
pleno desierto cerca de Alburquerque, Nuevo México, tiene permiso para consumir
unos 18 millones de litros de agua al día, es decir lo bastante para abastecer
una pequeña ciudad.
A este ritmo (incluyendo
las nuevas fábricas en construcción) la industria estará consumiendo más de
15.000 millones de litros de agua y produciendo más de 300 mil millones de
litros de aguas inmundas cada año. Buena parte de estas nuevas construcciones
están teniendo lugar en los países donde hay escasez de agua o en el desierto,
pero como dicen los activistas del lugar, "el agua fluye río arriba hacia el
dinero."
La pregunta es: ¿de dónde
saldrá el agua? El Southwest Network for Economic Justice y la Campaign for
Responsible Technology explican: "En una esfera de tan contados recursos, se
inicia una lucha entre los que han disfrutado tradicionalmente de ellos y los
recién llegados que contemplan esos recursos con ambición."
Las empresas de alta
tecnología están recurriendo a determinados mecanismos para obtener el derecho
de aguas: tarificación del agua, con la que la industria puede presionar a los
gobiernos para conseguir subvenciones y los equipos municipales de los servicios
de abastecimiento que les permite bombear el agua directamente, con lo cual
pagan mucho menos que el precio que le corresponde pagar a las residencias
particulares; prospección minera del agua, mediante la cual las empresas
obtienen los derechos para vaciar las capas acuíferas al tiempo que aumentan los
costes de acceso que tienen que pagar los pequeños consumidores tales como las
granjas familiares; explotación del agua que permite a la industria adquirir el
derecho de aguas de los ranchos y agricultores; y vertido de desechos, manera en
que la industria contamina las fuentes de agua locales para luego pasar factura
a la comunidad.
Pese a la creciente
demanda industrial, los programas de conservación dirigidos hacia el ciudadano
de a pie no se aplican a la industria. "Mientras que algunos residentes tuvieron
que arrancar su cesped el año pasado [1996] para ahorrar agua, " comenta el
diario Albuquerque Tribune sobre un proyecto de conservación municipal, "el agua
corría a raudales por los grifos de la industria." Mientras los residentes
tuvieron que reducir su uso en un 30 por ciento, la Inter Corporation, compañía
dedicada a la creación de programas informáticos, tuvo licencia para aumentar su
uso en un porcentaje idéntico. Además, Intel paga por el agua cuatro veces menos
que los habitantes de la ciudad. Pero la tendencia más preocupante de todas sin
embargo, reside en la destrucción deliberada de una acequia - sistema colectivo
de irrigación agrícola tradicional en los pueblos - para colmar el insaciable
apetito de los colosos de la alta tecnología.
Bajo el nuevo sistema
comercial, el agua es arrancada de su tierra de origen para transportarse a lo
lejos; esto es un anatema en relación con los usos y costumbres indígenas.
Recogiendo las palabras de John Carangelo, mayordomo de la Asociación de la
Acequia de La Joya, "en Nuevo México, se supone que cuando el abastecimiento
total y limitado del agua ya tiene dueño, el emplazamiento de una industria de
alta tecnología depende de la compra de los derechos existentes. Esta alta
demanda de agua y los enormes recursos financieros de los que disponen
convierten al agua en un preciado producto comercial." Carangelo advierte que el
comercio del agua podría vaciar los campos de América.
Es evidente que las
fuentes locales disponibles no bastarán para colmar las necesidades
industriales, en vista del empobrecimiento de las capas acuíferas que se está
produciendo en muchas regiones en las que preponderan las industrias de alta
tecnología. Las empresas están empezando a buscar nuevas fuentes de agua más
allá de sus propios países; el comercio mundial del agua proveé una nueva fuente
posible. En vista del crecimiento acelerado de las empresas de alta tecnología
en el tercer mundo, y particularmente en China, es perfectamente factible que
las exportaciones actuales del agua a granel se estén negociando para colmar el
voraz apetito que la industria tecnológica mundial tiene por el agua.
El
Comercio Mundial del Agua
Canalizaciones
Los bucaneros del agua ya
tienen la vista puesta también en la exportación del agua a granel mediante
mecanismos de desvío, por gaseoductos y oleoductos, y mediante enormes
petroleros. Ya se ha procedido a la reconversión de barcos petroleros para
distribuir el agua en determinadas regiones que están dispuestas a pagar el
precio que sea por el agua que tan urgentemente necesitan. Los petroleros más
pequeños llevan cargas de agua dulce a las islas en Las Bahamas, mientras que
los de mayor tamaño van camino de Japón, Taiwan y Corea. Turquía se dispone a
vender su agua y trasladarla en petroleros y mediante oleoductos reconvertidos
desde el río Manavgat hasta Chipre, Malta, Libia, Israel, Grecia y Egipto. En el
verano del 2000, Israel entabló negociaciones para la compra de unos 52.000
millones de litros de agua al año de Turquía; los barcos cisterna ya están
anclados a proximidad de enormes estaciones flotantes amarillas a dos millas de
la costa, aguardando la orden de zarpar. La compañía de las aguas turca afirma
que dispone de bombas y de oleoductos suficientes para exportar de cuatro a ocho
veces dicho volumen.
Para solucionar los
problemas de sequía en los países europeos del Sur, la Comisión Europea se está
planteando la posibilidad de obtener agua de los países bien surtidos tales como
Austria. Si sus planes para establecer una red hidrográfica europea se hacen
realidad, el agua de los Alpes podría fluir hacia España o Grecia, en lugar de a
los embalses de Viena en apenas diez años. "Esto quiere decir que, en teoría,
podríamos abastecer a todo el mundo en la Unión Europea, es decir a 370 millones
de personas," hace constar Herbert Schroefelbauer, vicepresidente de Verbund, el
mayor servicio de suministros hidroeléctricos del país. Un conducto de alta
tecnología ya se dedica al transporte de agua de montaña de gran calidad desde
los Alpes austriacos hasta Viena, y la propuesta de extender este sistema a
otros países está generando muchísima inquietud entre los ecologistas
austriacos, que advierten de los daños que estas exportaciones masivas podrían
causar al ya vulnerable ecosistema alpino.
Gerard Mestrallet de la
Suez Lyonnaise está proyectando un nuevo Canal de Suez - esta vez en Europa. Ha
anunciado su intención de construir un enorme acueducto de 160 millas de
longitud para transportar el agua del río Ródano a través de Francia hasta la
capital de Cataluña, Barcelona.
Para tratar de solucionar
la crisis del agua que se va acentuando en Inglaterra, algunos dirigentes
políticos y empresariales están pidiendo exportaciones de agua a gran escala
desde Escocia, por medio de petroleros o conductos. Ya hay varias empresas
inglesas que están examinando la posibilidad de exportar el agua y un empresario
escocés declaró al díario The Scotsman que las empresas escocesas también
estaban interesadas. Pero el proyecto se complica por el hecho de las distintas
inclinaciones políticas, ya que las canalizaciones escocesas siguen siendo
propiedad pública, mientras que el agua inglesa es administrada por empresas
privadas. Paradójicamente, algunas de estas empresas no han manifestado mayor
interés por las exportaciones ya que la escasez del agua en Inglaterra ha
mantenido los precios y benefecios a la alza.
El profesor George
Flemming de la Universidad Strathclyde afirma que sería relativamente sencillo
prolongar los conductos y las vías marítimas naturales que ya existen entre el
norte de Escocia y Edimburgo, hasta alcanzar Londres y otros lugares de
Inglaterra. Pero el público escocés no está tan facilmente dispuesto a renunciar
a su soberanía sobre el agua; cuando la administración escocesa de las aguas, la
West of Scotland Water, presentó públicamente un plan para vender el excedente
de agua a España, Marruecos y Oriente Medio, la reacción pública fue tal que se
vio obligada a desistir. No obstante, muchos piensan que estos miedos terminarán
por disiparse; Flemming afirma que Inglaterra y el País de Gales están
quedándose sin agua por el calentamiento del planeta y que por lo tanto será
inevitable importar el agua corriente.
En Australia, la United
Water International ha obtenido la adjudicación del contrato del sistema de
canalizaciones de Adelaida (en el sur de Australia), desarrollando un plan a
quince años para exportar su agua a otros países para las necesidades de la
industria informática y la irrigación de los campos. A las empresas nacionales
no se les permitió ofertar por este contrato ya que se dió por sentado que hacía
falta una gran multinacional para aumentar el valor de la exportaciones de agua,
cuya cifra se calcula en unos 628 millones de dólares.
Varias empresas en el
mundo entero se encuentran desarrollando tecnologías que les permitan cargar
enormes cantidades de agua dulce en grandes sacos herméticos que se remolcarán a
través de los mares. La compañía de aguas Nordic Water de Oslo, Noruega, ha
firmado un contrato para la entrega de siete millones de metros cúbicos de agua
al año en bolsas al norte de Chipre. Durante la Guerra del Golfo, la Operación
Tormenta del Desierto utilizó este tipo de sacos de agua para abastecer a las
tropas.
La Aquarius Water Trading
and Transportation Ltd. de Inglaterra y Grecia han empezado las primeras
entregas comerciales de agua dulce en bolsas de poliuretano que son remolcados
por las vías marítimas. La empresa, entre cuyos inversores figuran la Suez
Lyonnaise des Eaux, suministra agua a las islas griegas mediante un sistema de
canalizaciones que conecta la bolsa al principal canal de abastecimiento de la
isla. Aquarius predice que el mercado no tardará en superar los 200 millones de
toneladas métricas al año. La flota de bolsas de la empresa se compone de ocho
bolsas de 720 toneladas cada una y de dos bolsas de 2.000 toneladas/unidad. Las
bolsas más grandes tienen una capacidad de dos millones de litros de agua cada
una. Aquarius ha investigado la posibilidad de desarrollar bolsas diez veces
mayores y está en busca de capitales para poder producirlas. La empresa tiene
puesta su mira en Israel, y dice que diversas grandes empresas de agua se
interesan en el proyecto.
Pero nadie se atreve a
albergar sueños tan ambiciosos para el comercio del agua como Norteamérica. Cada
pocos años surgen proyectos para desviar cantidades masivas de agua canadiense a
las regiones donde escasea en EE.UU., hacia el Oriente Medio, por petroleros,
gaseoductos, oleoductos o mediante el desvío de los cursos naturales de los
ríos, pero son rápidamente desestimados en vista de las protestas del público.
Uno de los mayores
proyectos de desvío que se han propuesto era el del GRAND Canal - Great
Recycling and Northern Development Canal, o Gran Canal de Reciclaje y de
Desarrollo del Norte. Exigía en un principio la construcción de un dique desde
la Bahía James hasta el estuario de la Bahía de Hudson (ambas fluyen hacia el
norte) para crear un gigantesco embalse de agua dulce procedente de la Bahía de
James y de los veinte ríos que allí desembocan. Se pretendía construir una
interminable serie de diques, canales, presas, centrales hidroeléctricas y
esclusas para desviar el agua a razón de unos 186 mil litros por segundo río
abajo por un canal de 167 millas hasta la bahía Georgian, donde se trasvasaría
para pasar por los Grandes Lagos y llegar hasta el Sun Belt de la EE.UU.
Otro gran proyecto de esta
índole fue el de la NAWAPA - la North American Water and Power Alliance (Alianza
Norteaméricana del Agua y de la Energía Hidroeléctrica). El plan original
consistía en construir un sinfin de poderosas presas para poder recoger las
aguas de los ríos Yukón, Peace y Liard en un enorme embalse que inundaría una
décima parte de Columbia Británica para crear un canal desde Alaska hasta el
estado de Washington y abastecer a treinta y cinco estados americanos a través
de los canales y conductos existentes. El volumen del agua desvíada equivaldría
por así decir al caudal medio anual del río San Lorenzo.
A principios de los 90, un
consorcio denominado Multinational Water and Power Inc. desembolsó 500.000
dólares para fomentar el desvío del agua del tramo norte del río Thompson
(afluente del Fraser) hacia el río Columbia para su distribución por conductos a
California.
A lo largo de este último
decenio estos proyectos han ido recabando el apoyo del sector empresarial
canadiense. En 1991, la revista Canadian Banker vaticinaba que la exportación
del agua se convertiría en un negocio multimillonario: "el concepto de la NAWAPA…sigue
siendo un increíble catalizador que podría potenciar el cambio económico y
medioambiental."
En ese mismo año, la
revista Report on Business señalaba: " En los próximos diez años, se espera que
la contaminación, la explosión demográfica y las cruzadas contra el medio
ambiente contribuyan a la escasez progresiva del suministro mundial de agua
dulce. Algunas de las principales empresas técnicas del Canadá se están
preparando para el día en que el agua se transporte alrededor del mundo como si
se tratara de petróleo, trigo o madera…lo que contará entonces es saber quién
tiene el derecho de vender el agua al mejor postor."
Entretanto, los habitantes
de las regiones donde el agua escasea siguen sin darse por aludidos. En un
artículo publicado en la revista The Atlantic Monthly de julio de 1998, bajo el
título "Desert Politics," (la política del desierto) el autor Robert Kaplan hace
constar que los habitantes del desierto de Arizona se dejan llevar por una fé
ciega en alguna solución milagrosa o panacea que pondrá fin a la escasez de
agua, y no por ello dejan de construir en una región que nunca estuvo preparada
para albergar a tantísimos seres humanos. Subraya que más de 800 mil personas
residen en Tucson y alrededores y unos cuatro millones de habitantes en Arizona,
habiéndose multiplicado su población por diez en setenta años. De acuerdo con
Wade Graham del Harper's Magazine, los proyectos de urbanismo en Phoenix se
desarrollan al ritmo de un acre por hora.
"Quién sabe si, como
opinan ciertos ingenieros visionarios, la salvación del Suroeste no termine por
llegar de la fría inmensidad de esa esponja verde y húmeda que hay en el norte:
Canadá. De ser así, toda una red de nuevas presas, embalses y túneles estarían
suministrando el agua del Yukón y de Columbia Británica a la frontera méxicana,
mientras que un gigantesco canal acarrearía el agua potabilizada de la Bahía de
Hudson desde Quebec al medio oeste americano, y los superpetroleros cargarían
con el agua de los hielos del norte desde la costa de Columbia Británica hasta
el sur de California - todo ello para alimentar una creciente red de vainas en
los que se oye los latidos de la actividad económica de un mundo post-urbano y
multi-étnico, " escribe Kaplan.
¿Canadá y Alaska: La OPEC del Agua?
Tras unos años de silencio
la llamada a la exportación del agua por superpetroleros ha salido de su letargo
y vuelve a ser foco de debate en Canadá. En Columbia Británica, algunas empresas
de exportación tales como la Western Canada Water, Snow Cap Water, White Bear
Water y Multinational Resources ya lo tenían todo listo para el negocio cuando
el gobierno prohibió la exportación del agua a granel en 1993. Unos de los
proyectos iba a contar con la participación de una compañía texana que estaba
dispuesta a adquirir una flota de doce a dieciseis de los mayores
superpetroleros del mundo (500 mil toneladas de tara) que iban a funcionar sin
interrupción. En virtud de dicho contrato, el volumen anual de agua que iba a
ser trasladada a California hubiera sido equivalente a la del consumo anual
total de la ciudad de Vancouver.
El gobierno que tomó la
decisión de prohibir la exportación de agua a granel se había comprometido a
adoptar esta postura, aunque la opinión pública no estaba muy a favor suyo por
motivos que nada tienen que ver con esta ley. Un futuro gobierno en dicha
provincia pudiera facilmente dar marcha atrás y cambiar esta política, abriendo
así las compuertas para desatar una inundación de propuestas de exportación. El
experto hidrográfico canadiense Richard Bocking explica que las mismas compañías
se dedicarían al transporte del petróleo y del agua, en ciertos casos, vaciando
el petróleo en un tramo del recorrido, y llevando agua en el tramo de regreso.
"Las exportaciones de agua
de la costa de Columbia Británica necesitarían de enormes superpetroleros en
funcionamiento a lo largo del año y con un programa muy apretado. Se abrirían
camino a través de las sinuosas vías marítimas del litoral, maniobrando
alrededor de las islas y arrecifes en una región donde aún no se ha desarrollado
un buen sistema de control del tráfico marítimo. Tendrán que hacer frente a
corrientes y mareas fuertes y a menudo turbulentas en pequeñas calas costeras
donde los vientos invernales suelen alcanzar tremendas velocidades.
"Estos enormes petroleros
viajarían por unas aguas que figuran entre las más codiciadas del mundo por sus
posibilidades recreativas, la navegación y la pesca. Las bandas de orcas se
desplazan regularmente en estas aguas. Aparte de sus increíbles posibilidades de
pesca comercial y deportiva, esta región es donde se produce el desove de
prácticamente toda la industria de la ostra del litoral de la provincia. Las
enormes cisternas de los superpetroleros van cargadas de fuel-oil, que es la
peor categoría de petróleo ecológicamente hablando. Considerando los apretados
programas de los buques que además deben lidiar con las corrientes, los vientos
y los arrecifes se puede decir que se dispone de todos los ingredientes para
asistir a tragedias de gran escala."
En los últimos años, otras
dos provincias canadienses han recibido solicitudes por parte de empresas para
permitir la exportación del agua a granel con fines lucrativos. En la primavera
de 1998, el Ministerio de Medio Ambiente de Ontario, aprobó un plan sometido por
el Nova Group que pretendía exportar millones de litros de agua del Lago
Superior por petroleros hasta el Asia. No obstante, la provincia terminó por
rescindir la licencia ante una masiva protesta de la International Joint
Commission, de la entonces Secretaria de Estado de los EE.UU., Madeleine
Albright, y del público. La otra solicitud, que pretendía exportar 52.000
millones de litros de las aguas pristinas al año del Lago Gisborne, pérdido en
la naturaleza salvaje de Terranova, parecía estar a punto de obtener luz verde
cuando un público furioso obligó al gobierno a retraerse a finales de 1999,
apenas unos meses antes de la fecha en que debían empezar las exportaciones. La
empresa, McCurdy Group de Terranova tenía intención de hacer llegar el agua a
Oriente Medio por superpetroleros.
Las crónicas y artículos
de los periódicos y revistas especializadas están dando mayor intensidad al
debate. En febrero de 1999, el National Post calificaba el agua del Canadá de
"oro azul" y exigió que el gobierno "cerrara el grifo." El comentarista de su
sección de negocios, Terence Corcoran, añadió leña al fuego: " Canadá es una
futura OPEC del agua. Propongo una apuesta a largo plazo que bien vale la pena:
de aquí al 2010, Canadá estará exportando enormes cantidades de agua dulce a los
EE.UU. y recurriendo a los petroleros para abastecer a los países sedientos del
mundo entero.
"La cuestión no residirá
en saber si hay que exportar o no, sino en la cantidad de dinero que el gobierno
federal y las provincias estarán en disposición de obtener de los envíos masivos
de agua. En lugar de oponerse a la idea de la exportación del agua, Canadá
terminará haciendo cambalaches para encabezar el WWET, Tratado Mundial sobre la
Exportación del Agua, que veinticinco países con sobradas reservas de agua
firmarán en el 2006. Siguiendo el modelo de la OPEC, intentarán crear un cartel
del abastecimiento mundial del agua para disparar su precio." Este punto de
vista lo reitera el Consejo de Redacción del Calgary Herald afirmando que "ya
que Canadá dispone de tantísima agua dulce, que empiecen las exportaciones
comeciales."
No obstante, Canadá no es
la única región rica en agua codiciada por las multinacionales. Una compañía
canadiense, la Global Water Corporation, ha firmado un acuerdo con Sitka,
Alaska, para la exportación anual de 58 mil millones de litros de agua de los
glaciares a China donde será embotellada en una de las áreas de libre comercio
más notorias del país por el ahorro de mano de obra. Aún cuando el folleto de la
compañía reconoce la existencia de una grave crisis del agua en China, anima a
los inversionistas a "cosechar todo lo que puedan lo antes posible de esta
magnífica oportunidad ya que las fuentes de agua que se conocían en el mundo se
están empobreciendo y deteriorando cada vez más" y deplora el hecho que el
gobierno de Columbia Británica haya prohibido la exportación de agua a granel.
La compañía se está
dedicando ahora a establecer una "alianza para planificar una estrategia
internacional para el transporte del agua en grandes petroleros a escala
mundial" con Signet, una compañía internacional de transporte marítimo con sede
en Houston, Téxas. Signet se ha estado dedicando al transporte masivo del agua
desde 1986 cuando la Western Canada Water y su predecesor contrataron los
servicios de dicha compañía para el "diseño, desarrollo, análisis e implantación
de un sistema internacional para el transporte del agua." Como lo explica
Global, "el agua ha pasado de ser un producto inagotable que se daba por sentado
para convertirse en una necesidad racionada que puede ser tomada por la fuerza."
Pero la Global es tan solo
una del extensísimo elenco de compañías que se interesan por el agua de Alaska,
cuyo gobierno se ha convertido en el primero del mundo en permitir la
exportación de agua a granel. La revista Alaska Business Monthly dice sin
rodeos: " todo el mundo está de acuerdo con que el agua de Alaska tiene grandes
posibilidades de exportación en el siglo XXI, y las diversas localidades, desde
la isla de Annette hasta las Aleutianas están pensando en cerrar el grifo. "La
revista informa que una empresa de Washington ha empezado a transportar el agua
municipal a granel desde Alaska a Kent, Washington, para ser embotellada, y que
muchos otros proyectos están en marcha.
Los recursos hídricos de
Alaska son inmensos, informa la revista partidaria de la exportación Alaska
Business Monthly. Hace constar, por ejemplo, que si Sitka llenara un petrolero
con unos tres millones de litros al día, esto seguiría representando menos del
diez por ciento de su consumo actual. En Eklutna, Brian Crewdson, director
adjunto de la administración de las aguas de Anchorage, o Anchorage Water and
Wastewater Utility, calcula que las posibilidades de exportación alcanzan hasta
90 millones de litros al día.
Crewdson señala que en
1995 un petrolero fletado por Mitsubishi para el transporte de productos
derivados del petróleo para su transformación en el extranjero aprovechó para
cargar unos seis o siete millones de litros del agua de Eklutna con destino a
Japón. Piensa que esto puede haber sido el primer traslado de agua por petrolero
de EE.UU. y cuando se supo la noticia, recibió llamadas de empresas interesadas
en hacer negocio en Nueva York, en la ciudad de Washington y en Charleston,
Carolina del Sur. Crewdson añade que se puede hacer más dinero con la
exportación de agua a granel que con la embotellada.
Un empresario decidido a
enriquecerse con la exportación del agua de Alaska, ha dedicado gran parte de su
carrera a ejercer su influencia en la acuñación de las políticas del sector
público sobre el agua. Ric Davidge, presidente de la Arctic Ice and Water
Exports, trabajó en el Ministerio del Interior de los EE.UU. como presidente del
grupo de Política de las Tierras Federales y ejerció como asesor clave tanto
para el gobierno federal como para el del estado de las operaciones de limpieza
de la marea negra producida por el Exxon Valdez. En su calidad de director de
recursos hídricos de Alaska, Davidge se ocupó de iniciar la comercialización del
agua del estado y estableció el marco político que permitió la exportación del
agua. Poco después de haber puesto en movimiento las ruedas de la exportación,
pasó a trabajar en el sector privado empezando una compañía de exportación de
agua. Ahora se le conoce como el "zar del agua de Alaska."
En el curriculum de
Davidge se puede leer que provee una "amplía gama de servicios de asesoría a las
empresas nacionales y extranjeras deseosas de desarrollar la exportación de agua
de Alaska, ya sea a granel o embotellada." Entres sus clientes figuran empresas
de Arabia Saudí., Taiwan, Alaska, Washington, Canadá, Corea del Sur, Tanzania,
Japón, México, California y Nevada.
Hay quién afirma que la
exportación de agua a granel es demasiado costosa para ser económicamente
viable, sugiriendo que el futuro está en la desalación o potabilización del agua
marina. El Banco Mundial recuerda no obstante que el mundo ya ha gastado sus
reservas de agua asequibles y fácilmente accesibles; los costes financieros y
medioambientales que supone la obtención de nuevos suministros, cualquiera que
sea la forma en que se desarrolle, serán de dos a tres veces mayores que los de
las inversiones actuales, pero por onerosa que sea esta propuesta, la demanda
estará allí.
Aunque algunos países
terminarán recurriendo a la desalación, se trata de un procedimiento
extremadamente costoso, y que precisa de un gran volumen de carburantes fósiles.
Los únicos países en medida de contemplar proyectos de desalación o
potabilización masiva serían los que disponen de abundantes fuentes de energía,
sin olvidar que estos proyectos recrudecerían el calentamiento del planeta - que
es justamente la crisis que está siendo agravada por la penuria de agua dulce.
Davidge recuerda que el
precio del agua a dólar unidad ya es más alto que el de la gasolina una vez
refinada. "La carestía promete ser total, desde las bebidas gaseosas al vino
francés pasando por los microchips cuyos precios se dispararán a medida que las
reservas de agua potable se irán agotando." Aduce que es más oneroso y más
destructivo para el medio ambiente producir agua potablizada que transportar
agua a granel en petroleros y sacos de agua.
El empresario de Quebec
Paul Barbeau de Aquaroute, Inc., compañía "dedicada al transporte de agua
corriente" está de acuerdo con este punto de vista. Afirma que el agua se puede
exportar facilmente por petrolero casi sin previo aviso. Informa que en su
empresa anterior, Enercem Tankers, convirtió un petrolero en un navío de
transporte de agua que fue usado para trasladar agua del Canadá a las Bahamas.
"Captar el agua es tárea fácil. Basta que una embarcación a flote bombee lo que
se puede declarar como lastre. Esto se hace todos los días en cualquier
embarcación que circula por la costa o en alta mar o aún más sencillamente para
cualquiera de los remolques que ya navegan por los Grandes Lagos. Ya disponemos
de las herramientas necesarias para la exportación del agua a flote. Lo que nos
falta es que se legifere esta actividad con precisión para impedir prácticas
piratas."
Algunos ecologistas han
llegado a creer que la reificación y el comercio del agua resulta inevitable.
Según Allerd Stikker, "es muy probable que a principios del siglo XXI, el agua
potable empiece a convertirse en una gran mercancía regional e interregional,
que se produzca y se negocie en volumenes impensables hoy día."
Sobre todo a la luz de la
mundialización económica, el pensar que los traslados transfronterizos masivos
de agua no es económicamente viable, es un mito. La única diferencia entre éstos
y otros megaproyectos estriba en que el agua se convierte en un producto que se
traslada de un lado de la frontera a otro. El propósito de estos megaproyectos
es idéntico al de los proyectos de agua doméstica y se rigen por el mismo
análisis económico. No hay motivo para pensar que los subsidios masivos que el
gobierno concede a las actividades industriales y agropecuarias se vayan a
acabar en un futuro próximo. Las grandes multinacionales que se dedican a
industrias que exigen muchos recursos hídricos esperararán de sus gobiernos
respectivos que encuentren y financien los suministros de agua que necesitan
antes de tomar decisiones relativas a las inversiones y a la producción.
El
Agua Embotellada se Convierte en un Gran Negocio
Allí donde existe una
demanda para el comercio transfronterizo del agua, el negocio está en plena
marcha. El comercio del agua embotellada es una de las industrias de mayor
expansión (y de las menos reglamentadas) del mundo. En los años 70, el volumen
anual alcanzaba los 900 millones de litros. En los 80, esta cifra hizo más que
doblar, colocándose en unos 1900 millones de litros, y para finales de la
década, el mundo estaba consumiendo seis mil millones de litros de agua
embotellada cada año. Pero estas cifras se quedan cortas en comparación con la
explosión de las ventas de agua embotellada de los últimos cinco años - que
aumenta a un ritmo anual superior al veinte por ciento. En el año 2000 se
embotellaron y comercializaron más de 24.000 millones de litros en el mundo, de
los cuales un noventa por ciento en recipientes plásticos no retornables o
reciclables.
En Canadá, la cantidad de
agua extraída por los embotelladores ha crecido en más de cincuenta por ciento
en menos de una década; los embotelladores, que no pagan tarifa alguna por el
agua que obtienen, tienen el derecho legal de extraer unos 30.000 millones de
litros al año - o sea, mil litros por cada habitante del país. Casi la mitad de
este agua se exporta a los EE.UU.
A medida que se va
deteriorando cada vez más el agua dulce que existe en el mundo, los que pueden
permitirse el agua embotellada están a favor de esta fórmula, pese al hecho de
que el agua embotellada no es sometida a unas pruebas y normas de pureza tan
rigurosas como las del agua de grifo. Un estudio realizado en marzo de 1999 por
el Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC) de los EE.UU., halló que
buena parte del agua embotellada es igual de segura o insegura que el agua de
grifo, y en algunos casos lo es bastante menos. Un tercio de las 103 marcas de
agua embotellada que fueron objeto de este estudio estaban más o menos
contaminadas, encontrándose indicios de arsénico y de E. coli; el estudio
determinó asímismo que al menos en una cuarta parte de los casos, el agua
embotellada no resulta más que ser agua de grifo.
Junto con los colosos de
la industria, tales como Perrier, Evian, Naya, Poland Spring, Clearly Canadian,
La Croix y Purely Alaskan, existen literalmente miles de pequeñas compañías que
se dedican a este negocio. Además empiezan a pegar fuerte las grandes empresas
de bebidas gaseosas. La Pepsi ha lanzado su gama Aquafina y Coca-Cola acaba de
lanzar la versión norteaméricana de su marca internacional Bon Aqua, bajo el
nombre de Dasani. Coca-Cola predice que su agua embotellada, que no es más que
agua de grifo depurada y que es más cara que la gasolina, terminará dando
mayores beneficios que sus bebidas gaseosas antes de que acabe la década.
Estas empresas no
escatiman esfuerzos en seguir buscando nuevas fuentes de agua para calmar el
insaciable apetito del negocio y se dedican al comercio del agua que se
transporta en petroleros, y a comprar los derechos de aguas de los agricultores.
En las localidades rurales de todo el mundo, las empresas están comprando
tierras agrícolas para tener acceso a los pozos y abandonarlos en cuanto se
secan. En América del Sur las empresas hídrográficas extranjeras están
adquiriendo grandes pedazos de naturaleza salvaje e incluso sistemas
hidrográficos integrales que pretenden guardarse en la manga para desarrollo
futuro.
A veces ocurre que estas
empresas agotan por completo no sólo los sistemas de su propio terreno sino que
también los de la región circundante. Un acalorado debate ha estado teniendo
lugar en Tillicum Valley, pintoresca región de huertos y viñas de Columbia
Británica. Es evidente que la Canadian Beverage Corp. ha estado explotando el
agua subterránea de la región de manera tan incansable que los habitantes y los
hortelanos del lugar dicen que la compañía está "dejándoles secos."
Por supuesto, las
diferencias en los ingresos mundiales se reflejan en un acceso desigual al agua
embotellada. El NRDC informa que algunas personas gastan hasta 10.000 veces más
por cada tres litros de agua embotellada que para el agua del grifo. Por el
mismo precio que el de una botella de este artículo de lujo, se podría abastecer
a los hogares 3.000 litros de agua de grifo, según la American Water Works
Association. Paradójicamente la mismísima industria que contribuye a destruir
las fuentes de agua públicas - con objeto de abastecer agua "pura" a la élite
mundial en plástico no reciclable - presume de tener un producto que no hace
daño a la naturaleza y que forma parte de un estilo de vida sano.
El
Fracaso de los Gobiernos
Medidas Tan Escuetas Como Inoportunas
Los gobiernos en todo el
mundo han coincidido en no saber reconocer la crisis que padecían los recursos
hídricos del mundo y en su falta de planificación para tomar medidas en
previsión del estado de urgencia que se avecina.
Es cierto que los países
industrializados se han apuntado algunos éxitos en el saneamiento de los ríos,
lagos y estuarios que se habían convertido en verdaderas alcantarillas y focos
de contaminación industrial. El río Hudson en los EE.UU había sido dado por
muerto, y ahora rebosa de vida. Los ciudadanos y los gobiernos han trabajado
para prohibir el vertido de las peores toxinas tales como el DDT en nuestra
aguas, y en diciembre del 2000 se firmó un tratado histórico prohibiendo la
presencia de los agentes contaminantes orgánicos de mayor persistencia. Se
obligó asímismo a la limpieza parcial de los flujos industriales tales como los
desechos de las fábricas de pasta de papel.
Por ejemplo, los
científicos del mundo entero están estudiando la manera de sanear los Grandes
Lagos al menos parcialmente, en un esfuerzo conjunto de las provincias y de los
Estados que los rodean. Allá por 1972, al descubrirse que su estado de deterioro
se debía en gran parte a la presencia de fósforo en sus aguas, los gobiernos de
Canadá y de Estados Unidos firmaron el Acuerdo sobre la calidad del agua de los
Grandes Lagos, que impidió radicalmente que el fósforo y las alcantarillas
municipales fueran a parar a los Lagos.
Los esfuerzos de
conservación en Europa y Norteamérica han resultado asímismo en una reducción
del consumo del agua utilizada en los hogares y en el sector industrial,
ayudando a aminorar la marcha del agotamiento de las capas acuíferas. El consumo
de agua ha llegado a bajar en algunas regiones y sectores industriales en EE.UU.
de un 10 hasta un 20 por ciento desde 1980, según el Instituto geológico de los
EE.UU., la United States Geological Survey. En la última década, los gobiernos
han mantenido encuentros de manera regular para intentar solucionar los diversos
factores que componen la crisis: empobrecimiento, contaminación, saneamiento e
igualdad de las condiciones de acceso.
Las Naciones Unidas dieron
a los años ochenta el nombre de Década Internacional del Abastecimiento y
Saneamiento del Agua Potable y lograron importantes avances en lo que se refiere
a proveer infraestructuras y agua potable a algunas de las localidades en que
el problema era más acuciante. Pero la ONU se lamenta que la falta de fondos
está poniendo esta campaña en grave peligro y que, al ritmo actual, el mundo
tendrá que esperar hasta el año 2100 para poder contar con una cobertura
completa de los servicios.
Una conferencia mantenida
en Irlanda en el año 1992 dió por fruto una declaración de principios - la
Declaración de Dublín sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible. Este instrumento
sirvió de fundamento al capítulo sobre el agua de Acción 21, el plan de acción
mundial que se desarrolló con motivo de la Cumbre de la Tierra celebrada en Río
de Janeiro en 1992. Estos principios reconocen la necesidad de proteger los
ecosistemas acuáticos y lanzan un llamamiento a los gobiernos para que
planifiquen a más largo plazo las medidas de protección de sus recursos de agua
dulce. La Comisión de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible emprendió
por su parte una valoración exhaustiva del agua dulce existente en el planeta.
El informe, presentando ante la Asamblea General de 1997, subraya los campos en
que se imponen medidas urgentes, y ruega a la Organización que facilite el
dialogo entre los gobiernos para una acción concertada a favor del desarrollo
sostenible.
Por muy significativas que
sean estas medidas, distan de ser lo bastante suficientes o coordinadas como
para poder hacer contrapeso a los otros tipos de acción, o mejor dicho, inacción
por parte de los gobiernos. Como dijo Klause Topfer del Programa de Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente con motivo de una conferencia sobre el agua
mantenida en París en marzo de 1998, "La fragmentación de los poderes sobre el
agua que se reparten entre una infinidad de sectores y ministerios tanto a
escala nacional como internacional, ha resultado en la ausencia de una visión
común sobre el consumo sostenible de este recurso vital."
La ONU hace resaltar la
poca prioridad que tanto los gobiernos de los países industrializados como los
de los países en desarrollo otorgan a las cuestiones relativas al agua y a las
instituciones que se ocupan del tema; los fondos destinados a la investigación y
a la búsqueda de soluciones en este campo son totalmente insuficientes. La
gestión del agua dulce se encuentra aún en pañales y, desgraciadamente, en el
mundo entero se observa una falta de compromiso político y de concienciación del
público.
Mientras tanto, los
gobiernos y la industria siguen con sus prácticas destructivas. Como muchos
gobiernos del Norte han prohibido la venta y el uso de toxinas como el DDT
dentro de sus fronteras, ciertas multinacionales con sede en estos países siguen
dedicándose a la fabricación de estos productos químicos harto tóxicos, sólo que
lo hacen en el extranjero, con lo cuál su uso está en plena expansión en el
tercer mundo. Se pueden detectar rastros de estas toxinas en los ecosistemas de
prácticamente todos los países del planeta, inclusive en las tierras
supuestamente vírgenes. Los pesticidas, herbicidas, fungicidas y las hormonas
son de uso corriente en la agricultura del mundo entero. Mientras que la voz de
algunos grupos ecologistas y los colosales costes financieros han entumecido el
entusiasmo por los megaproyectos como la construcción de presas y de estaciones
hidroeléctricas en algunos países, otros no cejan en sus esfuerzos por
introducir la megatecnología moderna.
Los gobiernos están
dejando en en el tintero otra importante causa de la pérdida de agua: la que se
escapa de las infrestructuras municipales y de los canales de irrigación. Estos
problemas son particularmente graves en el tercer mundo, debido a que sus
gobiernos se han empobrecido aún más tras la fusión financiera mundial. El Banco
Mundial informa que en estos países, se desperdicia al menos 50 por ciento del
agua municipal por estos escapes. Por ejemplo en Manila, Filipinas, el 57 por
ciento del agua municipal se pierde por motivo de estos escapes y por robo. En
los países en desarrollo, informa World Resources, de 60 a 75 por ciento del
agua destinada a la irrigación no llega jamás a su destino.
En los países
industrializados, que disponen de toda suerte de tecnologías y de recursos para
introducir mejoras, los gobiernos están efectuando recortes en los gastos de
obras públicas y destripando las leyes medioambientales en nombre de la
competitividad mundial. Las canalizaciones ya medio podridas de los barrios
bajos del primer mundo van deteriorándose cada vez más. En Inglaterra, por
ejemplo, el Worldwatch Institute calcula que una cuarta parte del agua que pasa
por los canales de distribución se pierde debido al mal estado de las cañerías y
a otros problemas de esta índole. Hasta que decidió ocuparse de este problema,
la ciudad de Boston, Massachusetts, perdía casi un 40 por ciento annual de sus
abastecimientos municipales, por abandonarlos a su suerte.
Los Canadienses derrochan
el agua sin contemplación alguna. El hogar medio gasta unos 500.000 litros al
año, de los cuáles la mitad se desperdician lavando automóviles o dejando gotear
los grifos. El gobierno canadiense calcula que tendrá que desembolsar unos 80
mil millones de dólares canadienses para reparar las infraestructuras
hidrológicas en vías de deterioro.
Bastarían diez años y un
esfuerzo concertado por parte de los gobiernos del mundo para dar un giro de 180
grados a esta pauta de desperdicio. Con las tecnologías y los métodos de los que
se disponen hoy día, se puede calcular sin temor a equivocarse que la
agricultura podría cortar sus exigencias de agua en un 50 por ciento, las
industrias de un 50 a un 90 por ciento, y las ciudades en un tercio, sin
sacrificar en lo más mínimo el nivel de vida o la producción económica. Lo que
hace falta es una voluntad y una visión política.
Por otra parte, millones
de personas mueren cada año por el agua contaminada porque los gobiernos no
permiten a las localidades que administren sus propios recursos. Un estudio
realizado en marzo de 1999 conjuntamente por el Banco Mundial y el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo hace resaltar que los programas de ayuda
internacional canalizan demasiado dinero a través de los gobiernos y organismos,
y no dejan que las localidades administren sus propios sistemas, ya que no se
fían de ellas. El informe también acusa a los gobiernos y a los organismos
internacionales de obligar a las localidades a abrazar las nuevas tecnologías,
aún cuando éstas no tienen medios para ocuparse de su mantenimiento. Como
ejemplo ilustrativo de una medida que puede funcionar, señala el proyecto piloto
que se ha llevado a cabo en Uttar Pradesh, el estado más poblado y menos
desarrollado de la India, en que los habitantes de los pueblos escogen sus
propios comités de administración de las aguas y controlan el correspondiente
presupuesto público. Estos proyectos piloto han venido a costar dos terceras
partes menos que los que dependían del consejo gubernamental de administración
de las aguas.
A los gobiernos también se
les puede achacar el subsidio masivo del sistema de transporte mundial que
soslaya la mundialización económica del planeta. Valga como ejemplo el
comentario de Víctor Menotti que recuerda que si el coste del transporte ida y
vuelta de los bienes de consumo expedidos a traves de los mares para su
transformación se reflejera en el precio de venta al público, retrocedería de
manera significativa el volumen de los intercambios comerciales en el mundo.
Los gobiernos financian el
sector de la alta tecnología de muchas maneras, y recordemos que este sector
consume muchísima agua. La ciudad de Austin, Texas, no sólo concede incentivos
fiscales a las empresas del sector (ejemplos más recientes: 125 millones de
dólares a Samsung y 56 millones a Sematech), sino que también les ofrece tarifas
reducidas en lo que se refiere al pago del abastecimiento de agua. Las tarifas
que paga el sector industrial en Austian son dos terceras partes inferiores a
las que pagan los residentes. Hace poco, Intel recibió un incentivo fiscal por
valor de ocho mil millones de dólares para su fábrica de Río Rancho en Nuevo
México, en forma de obligación pagadera mediante sus ingresos industriales, y
otros 250 millones de dólares en forma de deducciones fiscales y otras
subvenciones. La Southwest Network y la Campaign for Responsible Technology
indican en su informe Sacred Waters (Aguas Sagradas), que "La mayor forma de
exteriorizar el coste del agua...reside en la reducción de las tarifas del agua,
los subsidios destinados a las infraestructuas de abastecimiento y depuración
del agua, y el acceso restringido al agua de los consumidores de pocos ingreos
que tradicionalmente utilizaban el agua debido a su uso masivo en el sector
industrial."
Además, y debido a la
ausencia de legislación, o tan siquiera de debate en la mayoría de los países,
la privatización del agua y de los servicos de alcantarillado aumenta
progresivamente. Merced a los consorcios formados entre el sector público y
privado, las municipalidades de muchos países están logrando hacer que las
líneas que dividen los intereses de las compañías privadas y los gobiernos
democráticamente elegidos, se vuelvan confusas. Estos "consorcios" a menudo no
son más que el primer paso hacia la privatización integral. Y como muchas de las
empresas proveedoras de estos servicios son las mismísimas que terminarán
dedicándose a la exportación masiva de agua a granel, a la construcción de
presas y al desvío de los cursos de los ríos, los gobiernos les dan acceso a los
recursos hidrícos por la puerta de atrás.
La
Compra y el Comercio del Derecho de Aguas
Los intercambios
comerciales del agua se encuentran en expansión en muchas partes del mundo,
generalmente con el visto bueno y la bendición de los gobiernos. En Chile, donde
la privatización es una meta del gobierno, las compañías de agua están comprando
el derecho de aguas de los agricultores para venderlos a las ciudades. En el
tercer mundo, son moneda corriente los intercambios amistosos y de poca monta
entre los agricultores. Mientras que estos intercambios se realicen entre los
granjeros y las localidades, el sistema puede funcionar de manera justa. Pero en
el momento que esta práctica quede desreglamentada, puede servir a disparar el
precio del agua suministrada a los pobres, como a menudo suele ocurrir. Cuando
las grandes empresas entran en el juego, suelen comprar el derecho de aguas en
bloque, agotar los recursos de la región, y pasar a otra.
Una práctica parecida ya
es habitual en la industria de la pesca. Las grandes empresas están comprando
las licencias de pesca otorgadas por el gobierno, licencias conocidas como
cuotas individuales transferibles - título que puede ser alquilado o vendido,
permitiendo al titular capturar determinada cantidad de peces. Concebido en un
principio por los gobiernos para controlar la sobrepesca, estas licencias están
logrando ahora concentrar la industria pesquera en manos de un puñado de
gigantescas pesquerías que fomentan las prácticas de pesca destructivas y están
ahogando a las pequeñas localidades. Como dijo un pescador de Terranova que se
quedó sin trabajo, "por primera vez en la historia, los peces tienen propietario
antes de convertirse en pescado."
En California, el comercio
del derecho de aguas se está convirtiendo en un negocio de lo más lucrativo. En
1992, el Congreso de los EE.UU. aprobó un proyecto de ley que permitía a los
agricultores, por primera vez en la historia del país, a vender su derecho de
aguas a las ciudades. En 1997, el Secretario del Interior Bruce Babbitt anunció
planes para abrir un importante mercado de agua a los consumidores del río
Colorado. El nuevo sistema permitiría la venta entre estados del río Colorado y
los consumidores del sur, es decir Arizona, Nevada y California.
Wade Graham (del Harper's
Magazine) define esta medida como "la mayor desregulación de un recurso nacional
desde la promulgación de la ley de concesión de territorios (Homestead act) de
1862" y añade que lo único que faltaba era la privatización de todas las tierras
federales de los EE.UU. Babbitt cuenta con que el mercado libre consiga lo que
los políticos y los tribunales nunca lograron hacer - servir de árbitro en las
numerosas demandas relativas al agua del río Colorado.
Los tratos serán
seguramente de poca monta al principio (Nevada ya ha tomado disposiciones para
pagar a Arizona por el almacenamiento del agua para uso futuro), pero a la
larga, las regiones en plena expansión donde se concentra la industria de la
alta tecnología, podrán obtener enormes cantidades de agua a precios razonables
de una fuente por así decir inagotable. A modo de advertencia, Graham recuerda
el fracaso del experimento de privatización del agua en el Valle de Sacramento a
principios de los años 90.
Por primera vez, ya nada
impedía que las ciudades y los agricultores del sur de California compraran su
agua directamente de los granjeros del norte de California, para acarrearla y
venderla en el mercado abierto. Los explotadores a gran escala se autosirvieron
enormes cantidades de agua que almacenaron en el Banco de Agua en previsión de
futuras sequías, aguardando el momento en que el precio subiera lo bastante para
justificar su venta. Un pequeño puñado de vendedores se marcharon con enormes
beneficios en el bolsillo, mientras que otros agricultores se encontraron con
que sus pozos se habían deshidratado por primera vez en su vida. Los resultados
fueron desastrosos; la capa acuífera bajó de nivel llegando a hundirse la tierra
en algunos lugares.
Graham compara este
incidente con la tragedia de Owens Valley a principios de siglo. Dicho valle,
que rezumaba agua y fertilidad en tiempos pasados, se fue desangrado hasta
secarse por completo cuando los funcionarios de la Administrción de las Aguas de
Los Angeles imaginaron un plan para desviar las aguas de Owens Valley hacia el
sur de California. "El escándalo de Owens Valley demuestra que aunque únicamente
unas pocas personas o entidades empresariales tienen la titularidad oficial del
derecho de aguas, la comunidad entera depende de ese derecho… El agua en
California es sinónima de prosperidad, y cuando el derecho legal a utilizarla
puede ser privatizado y traspasado de esta manera, se traspasa al mismo timpo la
prosperidad de la comunidad."
Empero, y no obstante las
advertencias sobre la tormenta que se avecina, el comercio del derecho de aguas
sigue floreciendo en California. En 1993, la multimillonaria empresa Bass
brothers de Texas compró discretamente 40.000 acres de las tierras ágricolas del
Valle Imperial con vistas a vender el agua a la ciudad de San Diego, California.
El proyecto, y nunca mejor dicho, se fué al agua cuando se descubrió que la
tierra pertenecía al distrito y no a los agricultores. En Enero de 1999, la U.S.
Filter Corp. compró un rancho y unos diecisiete millones de metros cúbicos de
agua al norte de Reno, Nevada, que pretendía desviar y hacer llegar por un
conducto a Reno para su venta. La localidad afectada del condado de Lassen se
lamenta de que la van a dejar sin la sangre que fluía por sus venas.
La empresa Samda de Santa
Mónica tiene intención de bombear el agua de los pozos en el rancho de 2.000
acres que tiene en Fremont Valley al norte de Mojave para canalizar el agua
hacia Los Angeles. La empresa north Stockman Water Co. ha recibido por su parte
la luz verde Parker, California para bombear el agua del Valle de San Luis hacia
Denver, Colorado
A principios del año 2001,
la Administración delas Aguas del Distrito Metropolitano de Los Angeles, firmó
un contrato para la compra de hasta 140 billones de litros de agua de la
compañía agrícola más importante del estado, Cadiz Inc. Esta iniciativa siembra
gran inquietud entre los ecologistas, que temen asistir a la repetición de lo
que ocurrió en Owens Valley, ya que el agua será bombeada de una capa acuífera
que se encuentra en las profundidades bajo el desierto de Mojave. Tony Coelho,
poderoso ex-congresista del Partido Democrático que formó parte del equipo
encargado de la campaña presidencial de Al Gore, dice que esta fuente de agua es
tan valiosa, que no se le puede poner precio. "Las carreras en el mundo de la
política de las aguas tan pronto se construyen como se derrumban, y lo mismo
reza en este caso. ". Y añade Keith Brackpool, empresario británico que
administra Cadiz, "Si supiéramos sumar, veríamos el precio de nuestra agua subir
hasta el cielo."
Nadie se puede sorprender
ante la afirmación del gobernador de California Gray Davis que dice "el agua es
más valiosa que el oro." En un mercado privado, el poder adquisitivo superior de
las grandes ciudades como Los Angeles y de las compañías como Intel, pudiera
forzar una situación en que el coste del agua será lo bastante alto como para
eliminar del mercado a los granjeros, a las pequeñas localidades y a los pueblos
indígenas.
Tratos a Puerta Cerrada
Estas compañías están a la
espera de cosechar colosales beneficios mientras que los gobiernos en todo el
mundo, que han permitido la caída de las infraestructuras municipales, ahora
están entregando el mercado del agua al sector privado. Y lo hacen con la
participación y visto bueno incondicional de organismos gubernamentales
internacionales tales como la ONU y el Consejo Mundial del Agua.
En julio del año 2000, la
ONU anunció un pacto comercial mundial con destacadas multinacionales, com son
Nike, Shell Oil y la Suez Lyonnaise des Eaux. Muchas ONG
se sorprendieron y quedaron profundamente consternadas ante el hecho que la ONU
diera su bendición a empresas que se habían forjado una notoria fama
internacional, todo ello a cambio de obtener su cooperación en la adopción de un
puñado de directrices puramente facultativas. Pero este hecho se inscribe como
anillo al dedo en la postura a favor de la privatización que la ONU viene
adoptando desde hace unos años.
En una conferencia
mantenida en París en marzo de 1998, la Comisión sobre Desarrollo sostenible del
Consejo económico y Social de Naciones Unidas propuso que los gobiernos se
giraran hacia las "grandes multinacionales" para obtener los capitales y los
conocimientos técnicos necesarios y lanzó un llamamiento para la creación de un
"mercado abierto" del derecho de aguas así como para que el sector privado
desempeñara un papel más extenso en este ámbito. La ONU prometió movilizar
fondos privados para las enormes inversiones que hacen falta para asegurar las
redes y las fábricas de depuración así como para la tecnología necesaria para
asegurar el abastecimiento futuro del agua.
Las Naciones Unidas, junto
con el Banco Mundial y la Asociación Internacional de Recursos Hídricos, es
también miembro fundador del Consejo Mundial del Agua, que en sus propias
palabras, constituye la olla en la que se cuecen por excelencia las ideas en
torno a la política del agua. Dicho Consejo cuenta entre sus 175 grupos
afiliados a las principales asociaciones profesionales, las grandes empresas
mundiales de agua, los ministerios encargados de los recursos hídricos, y
grandes instituciones financieras internacionales. Uno de sus dos
vicepresidentes es René Coulomb de la Suez Lyonnaise des Eaux.
El Consejo mantuvo su
primer foro mundial sobre el agua en Marrakesh, Marruecos, en 1997, y el segundo
en La Haya en Marzo del 2000, que fue presidido por el vicepresidente del Banco
Mundial Ismail Serageldin, y en el que se dieron cita unos 5.700 participantes
del mundo entero. Mientras que el foro parecía lanzar un llamamiento para que se
aunaran todos los interesados para intentar solucionar la crisis mundial, en
lugar de eso fue utilizado como feria de muestras por las multinacionales
dedicadas al suministro de agua y de energía e incluso por las grandes compañías
de alimentación tales como Nestlé y Unilever para el fomento de la privatización
y de la recuperación de los costes integrales como única solución para la
escasez del agua en el mundo. La mayoría de los paneles y talleres fueron
presididos por el Banco Mundial y por importantes ejecutivos que también
conformaron la mayor parte de los panelistas. Durante los cinco días que duró la
conferencia, tan solo fue invitado a tomar la palabra un sólo representante
sindical del sector público.
Se permitió la asistencia
de las ONG, pero el coste prohibitivo de la tarifa de inscripción y del
alojamiento permitió asegurar que tan sólo asistiría un reducido grupo de estas
organizaciones. En la conferencia participaron los funcionarios de los gobiernos
de más de 160 países pero su papel fue limitado al de observadores y se recabó
su aprobación del informe final del foro, que se rehusó a denominar el agua como
derecho humano, llamándolo en su lugar una "necesidad húmana." A lo largo de
este proceso, los gobiernos y el Banco Mundial fueron dejados al margen,
mientras las empresas resultaron ser las protagonistas estrella en la escena del
agua mundial.
En 1996, se asistió a la
creación de un nuevo organismo internacional del agua, que se componía más o
menos de los mismos actores. El Global Water Partnership (GWP) se describe a sí
mismo como una "red encaminada a la acción" de organismos interesados en
cuestiones relativas al agua y cuya misión consiste en encontrar las
"herramientas necesarias en la práctica" para resolver los problemas del agua,
sobre todo en los países del Tercer Mundo. Entre sus afiliados figuran numerosas
ONG, organizaciones gubernamentales (tales como la Agencia de Desarrollo
Internacional del Canadá, cuya ex-presidenta Margaret Catley-Carlson acaba de
ser nombrada presidenta del GWP ), bancos multilaterales y el sector privado).
René Coulomb de la
Suez Lyonnaise
des Eaux forma parte del consejo de administración, en el qu también figuran
representantes del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible,
con sede en Suiza, y del Banco Mundial. Otro representante de la Suez Lyonnaise
des Eaux, Ivan Cheret, forma parte del Comité Consultivo Técnico del GWP.
La organización tiene por
principio que el agua es una "mercancía económica" que tiene un "valor económico
en todos sus usos competitivos", y sirve para asentar las bases de la prioridad
que concede el GWP a la privatización de los servicios de abastecimiento de este
recurso. Por ejemplo, en Noviembre de 1997, este grupo consultivo mantuvo una
reunión en Vitoria, Brasil, en colaboración con la Asociación Brasileña de
Recursos Hídricos y el Banco Interamericano del Desarrollo. Entre las cuestiones
que se sometieron a consideración figuraban los "consorcios entre el sector
público y privado para la administración de las aguas." Debido a su presencia en
este Comité, la Suez Lyonnaise des Eaux se encuentra en una posición
privilegiada para ofertar por estos contratos de "consorcio", contando con un
"sello de aprobación por buena administración casera" por parte de los gobiernos
del mundo y de Nacions Unidas.
Resulta evidente que las
multinacionales del agua están lanzando una ofensiva en varios frentes para
tomar las riendas de los programas internacionales de desarrollo sostenible y
moldearlas en su propio interés, y que los dirigentes políticos, el Banco
Mundial y Naciones Unidas no ocultan su complicidad. Su camino ha sido
facilitado por el lamentable fracaso de los gobiernos de todo el mundo en lo que
se refiere a proteger su patrimonio hídrografico. El sector privado argumenta
que ya es hora de darle la oportunidad de administrar este valioso recurso e no
faltan los ecologistas que abrazan este punto de vista por haber perdido su fé
en los gobiernos.
Los gobiernos están de
hecho y por defecto perdiendo su derecho de proteger el patrimonio hidrográfico.
La mayoría de los gobiernos tienen muy pocas leyes o reglamentos relativos a los
sistemas hidrográficos. La mayoría ni tan siquiera han empezado a ocuparse de
las cuestiones de privatización, de comercialización, y de comercio del agua.
Sin embargo, mientras dejan sus recursos hídricos sin protección legislativa, sí
están haciendo prueba de dinamismo en lo que se refiere a la negociación y
conclusión de acuerdos internacionales sobre comercio e inversión que tienen
precedencia sobre las leyes nacionales. Estos tratados incluyen el comercio del
agua y en algunos casos otorgan explicitamente el derecho de aguas al sector
privado. El ejemplo más flagrante es el del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte TLCAN, firmado por Canadá, EE.UU. y México en 1993.
La
Amenaza de Los Acuerdos Internacionales de Libre Comercio e Inversión
El
Agua, el TLCAN y el ALCA
El capítulo III del TLCAN
formula las obligaciones relativas al intercambio de mercancías. Se inspira en
la definición que de "mercancía" hace el Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio (AGAAC, más conocido como GATT) que se refiere claramente a
las aguas inclusive las naturales, artificiales y las aireadas, y añade una nota
explicativa indicando que se incluyen asímismo las aguas naturales de todo tipo
(a excepción del agua de mar). El capítulo XII describe con harto detalle el
régimen necesario para gobernar los intermcambios e inversiones en el sector de
los servicios incluyendo los que se refieren al agua. El capítulo XI establece
por su parte una amplía gama de derechos del inversionista, inclusive en el
ámbito de los bienes y servicios relativos al agua. Así pues, de acuerdo con el
TLCAN, el agua es una mercancía comercial, un servicio y una inversión.
El TLCAN contiene tres
importantes dispocisiones que suponen una amenaza para el agua. La primera se
refiere al "trato nacional" mediante el cual ningún país puede "hacer uso de
discriminación", para favorecer su propio sector privado en el uso comercial de
sus recursos hídricos. Por ejemplo, si una municipalidad decide privatizar su
servicio de abastecimiento, se vería obligado a permitir que las conpañías de
abastecimiento de otros paíse signatarios del TLCAN participen a la oferta
pública. De la misma manera, una vez que se le otorga una licencia a una
compañía nacional para exportar el agua, las empresas de los otros países
signatarios del TLCAN deben tener un derecho idéntico al de las compañías
nacionales en lo que se refiere a establecer el uso comercial de las aguas del
país interesado. Por ejemplo, si una empresa canadiense obtuviera el derecho a
exportar el agua de su país, las empresas internacionales estadounidenses
tendrían el derecho de autoservirse y tomar toda el agua canadiense que quieran.
La segunda disposición
clave se encuentra bajo el artículo 315, que contiene la cláusula de
"proporcionalidad", en virtud de la cual el gobierno de un país del TLCAN no
puede reducir o restringir la exportación de un recurso a otro país signatario
una vez que se haya autorizado la exportación. El artículo 309 indica que
"ninguna parte podrá adoptar o mantener prohibición o restricción alguna sobre
la exportación o vender de cara a la exportación cualquier producto destinado al
territorio de otra parte" y esta disposición incluye la prohibición de imponer
impuestos sobre la exportación. Esto quiere decir que si comenzara la
exportación de agua entre los países del TLCAN, habría que dejar que corrieran
los grifos. Las exportaciones de agua estarían garantizadas a un nivel idéntico
al adquirido en los 36 meses precedentes; cuanto más agua se exporte, más se
precisará para la exportación. Estas exigencias serían inamovibles, incluso si
se obtuvieran pruebas de que el acarreo masivo de agua resultara nocivo para el
medio ambiente.
La tercera disposición que
nos ocupa es la relativa a la solución de conflictos ente el inversionista y el
estado (capítulo XI) que permite a cualquier empresa de un país del TLCAN
entablar una demanda contra el gobierno de otro país signatario en concepto de
indemnización en caso de rehusársele sus derechos de trato nacional o si el país
adopta una legislación que "expropie" la compañía de sus beneficios futuros.
Unicamente una empresa "con sede en el extranjero" puede entablar una demanda
acogiéndose al capítulo XI; las empresas nacionales deben respetar las leyes
nacionales y no pueden demandar a su propio gobierno para obtener una
indemnización en virtud del TLCAN. Como resultado de ello, hemos podido asistir
a un sinfin de procesos en Norteamérica que desafiában la legislación de los
tres países en materia de medio ambiente, salud y seguridad.
El capítulo XI podría
aplicarse al agua de dos maneras. Si cualquier país, estado o provincia
perteneciente al TLCAN intentara acaparar para su sector nacional la prestación
de servicios hidrográficos o la exportación comercial del agua, las empresas de
las otras partes tendrían derecho a obtener una indemnización financiera en
concepto de "discriminación". De hecho, cualquier intento por parte de un
gobierno para poner un alto a las exportaciones del agua automáticamente
convierte al agua en una mercancía comerciable. Los derechos que el TLCAN
concede a los inversionistas extranjeros, entrarían en vigor en virtud de la
mismísima ley que los excluyó, y podrían exigir indemnizaciones financieras en
compensación por las oportunidades perdidas.
Y también en virtud del
capítulo XI, los cambios en la política de gobierno podrían dar lugar a una
demanda. Por ejemplo, si el estado de Alaska cambia de política y decide
prohibir la exportación de agua o modificar su ley de manera que únicamente las
empresas de Alaska pudieran exportar su agua y mantener así los empleos en casa,
el gobierno de los EE.UU. podría verse expuesto a una importante demanda en
virtud de la cláusula sobre la solución de controversias entre el inversionista
y el estado. La Global Water Corp. de Columbia Británica espera conseguir
muchísimo dinero de su contrato con Alaska. Pero como se trata de una compañía
canadiense y no estadounidense, la Global tendría derechos que los EE.UU. no
podrían conceder a sus propias empresas en semejante situación.
El primer juicio en el que
se invocó el capítulo XI del TLCAN tuvo lugar en el otoño de 1998. La Sun Belt
Water Inc. de Santa Bárbara, California, presentó una demanda contra el gobierno
canadiense porque perdió un contrato para exportar agua a California cuando la
provincia canadiense de Columbia Británica prohibió la exportación de agua a
granel en 1991. La Sun Belt alegaba que esta prohibición quebrantaba las
disposiciones del TLCAN y buscaba obtener 10.000 millones de dólares USA en
concepto de indemnización. "Debido al TLCAN, nos hemos convertido en partes
interesadas en la política nacional canadiense relativa al agua", declaró el PDG
de la Sun Belt Jack Lindsay.
Todas estas disposiciones
favorables a las empresas - y más - están recogidas en el Area de libre comercio
de las Américas (ALCA), que en este momento se está tramitando entre 34 países
de las Américas. Aunque se inspira en el modelo del TLCAN, el ALCA va mucho más
allá en cuanto a su alcance y poder.
El ALCA, tal y como se le
conoce en este momento, introduciría en el hemisferio occidental unas nuevas y
concretísimas disposiciones sobre los servicios, que, junto con el capítulo 11,
crearían una nueva sede de poder comercial que dispondría de una autoridad
arrasadora sobre el más mínimo aspecto de la vida en Canadá y las Américas. La
combinación de sendos poderes en un solo acuerdo otorgaría unos derechos
totalmente inéditos a las grandes multinacionales del hemisferio, permitiéndoles
competir e incluso poner en entredicho cualquier servicio financiado por los
fondos públicos, inclusive en lo que se refiere al capítulo de la protección del
agua y del medio ambiente.
El ALCA propuesto contiene
asímismo nuevas disposiciones sobre la política que rige la competencia, las
adquisiciones del gobierno, el acceso al mercado y la resolución de
controversias que, si se añaden a las relativas a los servicios e inversiones,
pudieran dejar a los gobiernos de las américas sin potestad para crear o
mantener leyes, normas y reglamentos encaminados a proteger la salud, la
seguridad y el bienestar de sus ciudadanos y del medio ambiente que comparten.
Por otra parte, los negociadores del ALCA parecen haber decidido imitar la OMC
más bien que el TLCAN en las cuestiones relativas al dictado de normas y a la
solución de controversias, campos en los que la OMC tiene reglas más rigurosas.
El
Agua y la OMC
El TLCAN no es el único
acuerdo sobre libre comercio que pone el agua en peligro. La Organización
Mundial del Comercio (OMC), se creó en 1995 a raíz de la conclusión de la ronda
de Uruguay del GATT con vistas a consolidar este acuerdo y otros. Los 134 países
miembros de la OMC trabajan para eliminar las últimas barreras arancelarias y no
arancelarias que quedan en orden a fomentar el movimiento transfronterizo de
capitales, bienes y servicios. La OMC no contiene las normas minimamente
necesarias para proteger los derechos laborales, los programas sociales, el
medio ambiente o los recursos naturales.
La esencia de la OMC
reside en la deregulación; está diseñada para dificultar la labor de los países
que desean implantar controles o condiciones sobre los productos exportables,
inclusive los recursos naturales. Al mercado se le concede el derecho
preeminente de determinar el curso del desarrollo de los recursos y las reglas
establecidas por la nación-estado no pueden ser desalentadoras para el comercio
o los beneficios. Las rigurosas leyes sobre medio ambiente pueden ser
cuestionadas por los países miembros ante la OMC, aduciendo que se trata de
barreras no arancelarias al comercio. Por lo tanto, se protegen las normativas
nacionales siempre y cuando sus exigencias no superen las que se establecen de
media en el mundo; las que sí las superan, se convierten en clarísimos blancos
para las demandas. Cada vez que un jurado de arbitraje de la OMC emite un fallo,
se requiere la conformidad mundial. Los países están obligados a harmonizar sus
leyes en función de las normas de la OMC para no verse expuestos a pagar
sanciones o indemnizaciones.
La autoridad de la OMC se
extiende al agua también, e incorpora la misma definición de mercancía que el
TLCAN copió del GATT. Aunque la OMC aún no comprende la claúsula del
inversionista-estado, de alguna manera se puede decir que representa un peligro
mayor para la protección del agua que el TLCAN. Esto se debe al hecho de que,
contrariamente a cualquier otra instritución mundial, la OMC dispone tanto del
poder legislativo como judicial para poner en entredicho las leyes, políticas y
programas de los países miembros que no se conformen a la normativa de la OMC, y
tiene el poder de anular estas normas si se demuestra que imponen alguna
restricción al comercio.
Hay una disposición de la
OMC que amenaza el agua de manera más señalada. El artículo 11 prohibe
especifícamente el uso de controles sobre la exportación para cualquier efecto y
elimina las restricciones cuantitativas sobre importación y exportación. Esto
quiere decir que las cuotas o la prohibición de exportar el agua impuestos por
motivos medioambientales podrían ser puestos en entredicho como una forma de
proteccionismo. Hechos como el fallo del GATT que obligó a Indonesia a levantar
su prohibición sobre la exportación de troncos de madera o como el que el TLCAN
dictaminó por una práctica similar en Canadá no auguran nada bueno para el
derecho de una nación a proteger sus recursos naturales.
Por otra parte, la OMC
obliga a las naciones a renunciar a su capacidad de discriminar contra las
importaciones en función de sus prácticas de consumo o de producción. El
artículo I sobre la "nación más favorecida" y el artículo III - "Trato
Nacional", exigen que todos los países afiliados a la OMC, traten los productos
"idénticos" exactamente de la misma manera a efectos de intercambios
comerciales, ya sean o no producidos en condiciones ecológicas. Si se
descubriera que el comercio del agua resulta destructivo para los cauces, la OMC
podría impedir que los países impongan restricciones sobre su comercio debido a
su inquietud por el medio ambiente.
Los partidarios de la OMC
aducen que una "excepción" incluída en el GATT servirá para proteger el medio
ambiente y los recursos nacionales. En virtud del artículo XX, los países
miembros pueden seguir adoptando las leyes "necesarias para proteger la vida o
la salud humana, animal o vegetal… En relación con la conservación de recursos
agotables siempre que dichas medidas entren en vigor conjuntamente con las
debidas restricciones sobre la producción o el consumo nacionales." Sin embargo,
existe un elemento que viene a rematar el artículo XX, mediante el cual el
artículo en cuestión tan solo se puede aplicar de manera "no discriminatoria" y
no puede constituir una barrera disfrazada contra el comercio. En los conflictos
presentados ante la OMC para poner a prueba estas "medidas de protección",
resulta que este remate lleva la batuta en lo que se refiere al artículo XX.
Dicho de otro modo, la OMC siempre se las ha arreglado para hacer que los
derechos comerciales prevalezcan sobre los de la protección del medio ambiente
Asímismo, las medidas de
protección deben de ser interpretadas de manera que resulten "lo menos
restrictivas para el comercio". Además, la OMC no reconoce la autoridad de los
acuerdos multilaterales sobre medio ambiente y amenaza con contrarrestar
acuerdos tales como la Convención sobre el Comercio Internacional de las
especies de fauna y de flora en peligro de extinción (CITES). Como señala el
periódico estadounidense Public Citizen, "La jurisprudencia emergente...muestra
que la OMC sigue poniendo a la abogacía en contra de las leyes
medioambientales." Si se toman como indicio los fallos del jurado hasta la
fecha, está claro que el agua se halla en gran peligro bajo la OMC, pese a la
supuesta "excepción".
Un nuevo acuerdo de la OMC,
el Acuerdo General sobre Comercio y Servicios (AGCS) amenaza gravemenete a su
vez la soberanía y la conservación del agua. El AGCS se estableció en 1994, al
terminar la ronda de Uruguay del GATT, y fue uno de los acuerdos comerciales que
se decidieron incluir en la OMC cuando se formó esta organización en 1995. Las
negociaciones debían empezar cinco años más tarde en vista de "aumentar el grado
de liberalización progresivamente." Estas discusiones empezaron tal como
previsto, en febrero del año 2000, y deberían culminar en un acuerdo general de
aquí a diciembre 2002.
El AGCS se considera un
"acuerdo marco multilateral", lo cuál quiere decir que su amplio cometido se
definió en el momento de su creación, y que se le irán añadiendo después nuevos
sectores y nuevas normas mediante negociaciones permanentes. En resumidas
cuentas, el AGCS tiene por mandato restringir las medidas gubernamentales
relativas a los servicios, a través de un conjunto de restricciones legales
obligatorias que están apoyadas por las sanciones comerciales que la OMC tiene
el poder de aplicar. Su propósito esencial es el de restringir a todos los
niveles de gobierno en la prestación de servicios y facilitar el acceso de las
multinacionales a los contratos del gobierno en toda suerte de campos, entre los
que figuran los servicios relativos al agua y al medio ambiente.
El AGCS cubre cientos de
tipos de servicios relacionados con el agua - alcantarillado, abastecimiento de
agua potable, saneamiento de los desechos liquidos, protección de la naturaleza
y del paisaje, construcción de canalizaciones y cañerías, vías marítimas,
petroleros, evaluación del agua subterránea, irrigación, presas, augua
embotellada, y servicios de transporte del agua, entre otros. Lo que no hay que
olvidar es que el propósito de las disciplinas del AGCS no se refiere a los
servicios en sí, sino a las medidas, iniciativas y reglas gubernamentales
relativas a dichos servicios que limitan el derecho del sector privado a brindar
sus servicios a las industrias. Hasta la fecha, ningún otro acuerdo ha intentado
tan honda ingerencia en la jurisdicción política de los gobiernos (aunque el
acuerdo del ALCA sobre servicios se inspire del modelo del AGCS).
En lo esencial, y de la
manera en que se propone redactar el acuerdo de momento, los gobiernos se verían
en la obligación de tener que demostrar que toda medida o regla relativa al agua
(y a otros servicios, tales como la sanidad y la educación) es "necesaria", que
se inspira de "criterios transparentes y objetivos", que cumple con las "normas
internacionales pertinentes" y que es la menos restrictiva para el comercio de
entre todas las que se hubiera podido adoptar. Por ejemplo, para defender las
normas relativas al agua potable ante un jurado de la OMC, un gobierno tendría
que probar que ha analizado hasta la última posibilidad concebible de mejorar la
calidad del agua, que su propuesta fue sometida a una evaluación de su impacto
sobre el comercio internacional de los servicios de aguas, y que terminó optando
por el mecanismo que resultaba menos restrictivo para los proveedores privados
extranjeros.
Por otra parte, el AGCS
aún no ha adoptado la debil excepción del artículo XX del GATT relativo a la
conservación, lo cuál equivale a un clarísimo y deliberado intento de subordinar
las metas de conservación a las de la liberalización del comercio. Como lo hace
constar el especialista en comercio canadiense Steven Shrybman en su opinión
jurídica de marzo 2001 sobre el AGCS: "Están en peligro la propiedad pública de
los recursos hídricos, los servicios de agua del sector público, y la autoridad
de los gobiernos en lo que se refiere a regular las actividades empresariales
por motivos de protección del medio ambiente, de conservación o de salud
pública."
El
Agua y Los Tratados Internacionales Sobre Inversión
Además de los acuerdos
anteriores, los países del mundo entero están firmando tratados bilaterales de
inversión que, en su mayoría, dejan sus sectores de los recursos naturales
abiertos a las inversiones incondicionales por parte de las empresas del otro
país signatario. En este momento existen 1.720 acuerdos bilaterales y su número
aumenta cada año. La mayoría de estos tratados bilaterales contienen
disposiciones parecidas a las del capítulo XI del TLCAN, permitiendo así a los
países signatarios demandar a los gobiernos y obtener indemnizaciones en
concepto de "expropiación". Este es el camino escogido por Bechtel en su proceso
contra el gobierno boliviano.
Los tratados bilaterales
sobre inversiones toman por modelo el Acuerdo Multilateral sobre inversiones (AMI),
tratado propuesto por los países miembros de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (OCDE) que fue rechazado en el otoño de 1998 debido a
la oposición internacional. Redactado por la Cámara Internacional de Comercio,
el AMI contenía los mismos derechos inversionista-estado que el TLCAN, pero los
aplicaba a una serie más extensa de sectores y empresas. Un "inversionista" de
cualquier país mimebro podía reclamar el acceso a los recursos naturales de
cualquier otro país indiscriminadamente y tendría el derecho de presentar una
demanda en concepto de indemnización si le era negado este derecho. El AMI
definía claramente las reglas de privatización de los bienes públicos, inclusive
de los recursos naturales.
Estos acuerdos
internacionales sobre comercio e inversiones están teniendo cada vez más poder y
alcance. Sin embargo son muy pocos los ciudadanos del mundo que saben de su
contenido o tan siquiera de su existencia. Ningún plan para la protección del
agua se puede permitir encogerse de hombros e ignorarlos; constituyen un peligro
tan presente como inequívoco para la administración de las aguas y deben de ser
profundamente reformados o sencillamente abolidos.
La
Necesidad de Adoptar Principios Comunes
"Las aguas forman familias
que reparten su intimidad anidando en distintas capas. En la mayor escala
posible, la red hidrológica es semejante al de toda la humanidad - Serbios,
Rusos, Indios Koyukon, Amish, los miles de millones de habitantes de la
República Popular China - y tiene muchísimos problemas, pero es dificil saber en
que manera se les puede ayudar. A medida que se va avanzando río arriba hacia el
hogar, la relación se hace cada vez más intima. El gran río es como el país de
cada uno y anda algo desbocado. El lago es su primo. El arroyo su hermano. El
estanque su hijo. Y, para bien o para mal, en la salud y en la enfermedad, usted
está casado con su fregadero."
Michael Parfit,
National Geographic
Ante este nuevo milenio,
el mundo se dispone a tomar decisiones cruciales y posiblemente irrevocables
sobre el agua. Aparte de aquellos que deliberadamente están buscando
beneficiarse de la crisis mundial del agua y de aquellos que siguen contaminando
los sistemas fluviales aún sabiendo a ciencia cierta los daños que han causado,
el daño que se le ha hecho al agua hasta la fecha ha sido sobre todo sin
intención y más bien de tipo reactivo - un cóctel de negligencia, de ambición y
de ignorancia benignas, exigencias harto excesivas sobre un recurso limitado, de
contaminación descuidada y de desvíos sin tón ni són. La raza humana ha dado por
sentado que el agua le pertenecía y en general no ha sabido juzgar la capacidad
que tienen los sistemas fluviales de la tierra para regenerarse y recobrarse de
nuestros actos inconscientes. Aunque ahora nos toque responder ante el enorme
daño que hemos ido causando, quizás sea justo recordar que nadie trazó un plan
deliberado para crear la escasez mundial del agua o acabar con el agua dulce del
planeta.
No obstante, la ausencia
de malicia ya no sirve de excusa. Sabemos demasiado. Ya se han establecido
fuerzas que quisieran que el agua se convierta en una mercancía privada que
pueda ser vendida e intercambiada en el mercado abierto, controlada por grandes
multinacionales y garantizada para el mejor servicio de los inversionistas y de
los sectores privados a través de los acuerdos mundiales sobre comercio e
inversiones. Este es el futuro del agua si nos quedamos de brazos cruzados.
La
Ética del Reparto del Agua
Para poder empezar a
desarollar una ética del agua exhaustiva y sostenible, es necesario empezar por
reconocer que existe una profunda injusticia humana en lo que se refiere al
acceso del agua potable en todo el mundo. Los habitantes que carecen de este
recurso viven casi exxlusivamente en el tercer mundo; los que tienen agua de
sobra viven el el primero, donde los gobiernos y las empresas se han enriquecido
por la colonización de las mismísimas regiones que ahora padecen escasez.
Reconocemos en esta situación un trágico dilema. Se podría decir que los países
industrializados tienen la obligación moral de compartir el agua con las
regiones en las que escasea, aún cuando esto pudiera agravar el estado de
ecosistemas que ya van camino de deteriorarse.
Los que opinan que el agua
es una mercancía afirman que el agua que desemboca en el mar o que se encuentra
en lo que el PDG de una empresa de forestería denomina a la "naturaleza
decadente", no es útil para la gente o para la economía y que constituye así
pues una mercancía desperdiciada. Los ecologistas advierten sin embargo que este
es un análisis simplista. Entre otras cosas, el agua de los lagos no se puede
exportar o desviar a menos que decidamos desecarlos. Las únicas fuentes de agua
potable realmente disponibles son el agua que fluye en los ríos hacia el mar o
que se extrae de las capas acuíferas. Por ejemplo, aunque Canadá posee casi una
cuarta parte del agua dulce del mundo, gran parte de ella se encuentra en los
lagos o sistemas fluviales que fluyen hacia el norte. El hecho de acarrear
cantidades voluminosas de este agua causaría enormes deterioros en los
ecosistemas del país.
Los científicos advierten
que la extracción de cantidades masivas de agua de los cauces podría destruir
los ecosistemas. La bajada de los niveles de agua puede crear agujeros y secar
los pozos. El movimiento del agua a gran escala acarrearía tremendos costes
energéticos; una versión del proyecto del Canal GRAND exigía la construcción de
una serie de plantas nucleares a lo largo de la ruta para proveer la energía
necesaria para el traslado de tan descomunales volúmenes de agua. Existen
proyectos hidroeléctricos y de desvíos de las aguas que están causando fenómenos
locales relacionados con el cambio climático, la reducción de la biodiversidad,
el envenenamiento por mercurio, la deforestación, y la destrucción de los
pantanos y del habitat de los peces. No nos queda más que imaginar el deterioro
que un mega proyecto como el Canal GRAND podría causar.
Los estudios científicos
muestran que la extracción de agua a gran escala afecta no sólo los sistemas
vecinos sino también los ecosistemas que se encuentran a lo lejos. "Este trabajo
demuestra más allá de toda duda que el agua no se desperdicia por el hecho de
desembocar en el mar. Sugiere que los efectos acumulados de la extracción de
agua de los lagos, ríos y arroyos para su exportación en petroleros podrían
tener repercusiones de gran escala en el entorno del litoral y del mar," afirma
el especialista hidrográfico canadiense Jamie Linton.
Richard Bocking compara el
hecho de desviar los ríos a una apuesta de tipo faustiano. "Para obtener energía
hidroeléctrica o para la irrigación, estamos dispuestos a intercambiar gran
parte de la vida de un río, de sus valles y sistemas biológicos, e incluso el
modo de vida de la gente que se encuentren en el camino. A medida que se va
concretando el coste de cincuenta años de construcción de presas, ya no podemos
albergarnos en la excusa de que desconocemos las consecuencias de tratar
nuestros ríos y lagos como vulgares sistemas de fontanería."
¿Qué decir sin embargo del
argumento humanitario que aduce que en un mundo en que el agua se reparte de
manera injusta, las regiones más acaudaladas tienen la obligación de compartir
su abastecimiento con los demás? Quizás convenga hacer la distinción entre un
planteamiento a corto y a largo plazo. La importación del agua no es una
solución recomendable a largo plazo ni para los ecosistemas ni para las personas
de las regiones donde el agua escasea. El agua es tan necesaria a la vida que
nadie debería de depender de los abastecimientos extranjeros que pudieran
interrumpirse por motivos políticos o ecológicos.
También conviene
distinguir ente comercio del agua y reparto del agua. Cuando se trata de un
intercambio comercial, los que realmente necesitan el agua serán ineludiblemente
los últimos en recibirla. Unicamente podrán disponer del agua acarreada sobre
largas distancias por los petroleros los ricos, y sobre todo las grandes
empresas. Importar el agua únicamente para los que pueden permitírselo reduciría
el cáracter acuciante de los esfuerzos y de las presiones políticas para hallar
soluciones auténticas, sostenibles y justas para resolver los problemas de
escasez que conocen algunos países.
George Wurmitzer, Alcalde
de Simitz, pequeña localidad de los Alpes austriacos, describe la diferencia
entre el reparto y el comercio del agua al manifestar su inquietud en relación
con las exportaciones de agua a gran escala a partir de su localidad:
"Yo entiendo que es un
deber sagrado ayudar al sediento. Pero me parece un pecado trasladar el agua
únicamente para que las personas puedan tirar de la cadena de sus inodoros y
lavar sus automóviles en regiones desérticas…No tiene sentido y es una locura
ecológica y económica."
Como dice Linton , " puede
que el argumento más poderoso contra la exportación [comercial] del agua reside
en que únicamente serviría para perpetuar el problema principal que inicialmente
causó la crisis del agua - la creencia que para satisfacer las exigencias cada
vez mayores de la gente por el agua bastaría con aumentar el nivel de
abastecimiento. Este modo de pensar es el que ha llevado al drenaje de los
lagos, al agotamiento de las capas acuíferas y a la destrucción de los
ecosistemas acuáticos en todo el mundo
Si consiguiéramos no
obstante mantener el control público sobre el agua, podría ser posible compartir
el abastecimiento a corto plazo entre países en tiempos de crisis. En tales
casos, el hecho de compartir el agua debería de ir surtido con unos plazos y
condiciones rigurosos de suerte que la región beneficiaria deje de depender de
estos suministros lo antes posible. De esta manera, el agua serviría para
fomentar la recuperación de los sistemas fluviales. Empero, este tipo de
resolución es inconcebible mientras que la privatización del agua del mundo siga
sin cuestionarse; las empresas no permitirían el establecimiento de un sistema
de traslado de agua con fines no lucrativos.
La
Ética de la Tarificación del Agua
De la misma manera, el
llamamiento para otorgarle un valor económico real al agua - que cada vez más
lanzan los ecologistas para señalar como corresponde que en muchos países
acaudalados en agua el suministro de este recurso se da por sentado y se
desperdicia de mala manera - debe de entenderse en un contexto político. El
planteamiento consiste en que, si se le impone un valor económico al agua, la
gente estaría más dispuesta a conservarla. Pero en el clima que reina
actualmente, subsisten graves inquietudes que han de plantearse a propósito de
la tarificación del agua.
En primer lugar, la
tarificación del agua acentúa la falta de igualdad que existe en el mundo en
relación con el acceso al agua. Como sabemos, los países que padecen duras
penurias de agua son aquellos en que residen las personas más desfavorecidas de
la tierra. El hecho de cobrarles por un abastecimiento escaso de entrada es una
receta segura para agudizar las diferencias en el reparto.
La cuestión de la
tarificación del agua ahondará por lo tanto las diferencias entre Norte y Sur.
El nerviosismo en torno a la escasez mundial del agua conlleva un
sobreentendido. Casi todos los artículos sobre el tema empiezan recordando la
explosión demográfica y los lugares donde ocurre. Lo que se sobreentiende es que
"estas personas" son las culpables de la crisis del agua que se expande sin
tregua. Pero apenas doce por ciento de la población mundial consume el 85 por
ciento del agua, y da la casualidad que el doce por ciento en cuestión no reside
en el Tercer Mundo.
La privatización de este
escaso recurso generará un mundo que funcionará a dos velocidades - los que
pueden permitirse el agua y los que no. Obligará a millones de personas a
escoger entre necesidades tales como el agua y los cuidados médicos. En
Inglaterra, las tarifas elevadas obligaron a las personas a escoger entre
enjuagar sus hortalizas, tirar de las cadenas de sus inodoros o bañarse.
En segundo lugar, y en
virtud de los acuerdos comerciales existentes, el agua tarificada se convierte
en una mercancía privada. Unicamente si el agua se mantiene como servicio
público, como un producto suministrado y protegido por los gobiernos, podrá
escapar de la onerosa aplicación de las medidas impuestas por estos acuerdos de
libre comercio. Los acuerdos son tajantes: si el agua se privatiza y sale al
mercado abierto, acabará en manos de los que se lo pueden permitir y no en las
de los necesitados. Según lo dictaminan las reglas y condiciones de estos
acuerdos, una vez que se abrá el grifo, ya no se podrá volver a cerrar.
El Banco Mundial afirma
que subvencionará el suministro de agua a los pobres. Cualquiera que esté al
tanto de los problemas del estado de bienestar, particularmente en el tercer
mundo, sabe que este tipo de caridad resulta punitivo en el mejor de los casos,
e inexistente en la mayoría de ellos. El agua es un derecho fundamental humano
que se encuentra garantizado en el Convenio Internacional de la ONU sobre
Derechos Humanos. La distribución gratuita del agua no es lo que los artífices
de esa grandiosa declaración tenían en mente.
En tercer lugar, la
tarificación del agua, tal y como se plantea por ahora, no tendrá demasiado
impacto. Se admite por regla general que el consumo de agua en los centros
urbanos se divide de la manera siguiente: 70 por ciento para el sector
industrial; 20 por ciento para el sector institucional; y de 6 a 10 por ciento
para uso doméstico. Sin embargo la mayoría de los debates en torno a la
tarificación del agua giran alrededor del consumo individual. Como ya es
notorio, los grandes usuarios empresariales logran escabullirse del coste del
agua.
Por último, en un sistema
de oferta pública por el agua, ¿quién será el que la compre en beneficio del
medio ambiente y de las generaciones futuras? A lo largo de este debate sobre la
privatización y la tarificación, apenas se menciona el mundo natural y las demás
especies. Esto se debe a que el medio ambiente no forma parte de la ecuación
comercial. Si perdemos el control público de nuestros sistemas hidrográficos, ya
no quedará nadie habilitado a reclamar esta fuente de vida para la tierra.
Pero la necesidad de dejar
de desperdiciar el agua es acuciante. El diálogo sobre la tarificación del agua
es crucial; sin embargo, debe de desarollarse en un marco más extenso. En honor
a la eficacia y a la justicia, cualquier consideración seria relativa a la
tarificación del agua debe de tener en cuenta tres factores: la pobreza de
algunos países; el agua como derecho humano y el agua en la naturaleza.
Para ocuparse del primer
factor, la pobreza de algunos países, los gobiernos podrían tomar varias medidas
desde ya mismo. Entre ellas figuran la cancelación de la deuda del Tercer Mundo,
el aumento de los presupuestos dedicados a la ayuda extranjera hasta alcanzar
sus níveles anteriores (siete por ciento del PIB), y la implantación de un
impuesto de tipo Tobin (nombre de un ministro canadiense) sobre especulación
financiera que permitiría pagar por infraestructuras hidrográficas y servicios
de abastecimiento universales.
Para tratar de la cuestión
del agua como derecho humano, los países deben adoptar constituciones como la de
África del Sur, que garantiza el agua ante todo para la gente, en segundo lugar
para la naturaleza, y tercero para la economía. A cada habitante de África del
Sur se le garantiza el agua suficiente para cubrir sus necesidades
fundamentales; y la tarificación no entrá en juego hasta que estas necesidades
estén cubiertas.
Para asegurar que la
supervivencia del ecosistema sea un elemento clave de cualquier nuevo sistema
que pudiera incluir la tarificación, las recetas obtenidas deben de servir para
proteger el medio ambiente, sanear los pantanos, hacer respetar las normas
relativas al agua potable y proceder a la reparación de las infraestructuras
defectuosas que en este momento están causando grandes desperdicios del recurso.
Por otra parte, el acento
debe de ponerse en los que más abusan del agua - es decir las grandes industrias
y las actividades agropecuarias. Los gobiernos deben recordar la primacía de la
ley a aquellas empresas que se dedican a contaminar y a malgastar tan preciado
recurso. Pueden asímismo recurrir a la implantación de un régimen impositivo más
justo que capte algunos de los miles de millones imponibles que las grandes
empresas consiguen eludir. Estos ingresos podrían ser muy útiles para sanear los
sistemas hidrográficos agonizantes del planeta. El acento debe manifiestamente
ir colocado en los que más utilizan el agua comunitaria para luego cosechar los
beneficios del uso de este bien común, de este mandato público, máxime en una
era en que proliferan las fusiones y las grandes multinacionales. El sector
empresarial no tiene derecho a privar a nadie de sus derechos humanos
inalienables; si tal es el precio del beneficio, el precio resulta demasiado
elevado.
Sin embargo, ninguna de
estas condiciones se pueden dar si el agua no es controlada en beneficio
público. Si se permite que el agua sea comercializada y controlada por las
empresas, el principio lucrativo seguirá imperando. En tal caso, la tarificación
del agua se convertiría en una herramienta de mercado, en lugar de un medio que
sirva de incentivo para la conservación y para asegurar que el agua siga siendo
un derecho fundamental para todos los habitantes de la tierra.
La
Protección del Agua: Diez Principios
Para que todos los níveles
del gobierno y las localidades del mundo entero puedan tomar el tipo de medidas
que se imponen, es urgente que lleguemos a un acuerdo sobre los principios y
valores que deben guíar nuestros actos. A continuación proponemos unos
principios para entablar el diálogo:
1. El agua pertenece a la
tierra y a todas las especies.
El agua, al igual que el
aire, es necesaria para la vida. Sin agua, los humanos y otros seres morirían y
sería el fin de los sistemas hidrográficos de la tierra. La sociedad moderna ha
perdido el respeto por el lugar sagrado que le corresponde al agua en el ciclo
de vida, así como sus afinidades espirituales con el preciado liquido. Esta
falta de respeto por el agua ha permitido que abusáramos de ella. Para poder
enderezar el mal que hemos causado, tenemos que empezar por redefinir nuestra
relación con el agua y reconocer su lugar esencial y sagrado en el seno de la
naturaleza.
Como el agua pertenece a
la tierra y a todas las especies, los dirigentes políticos deben representar los
derechos y las necesidades de otras especies en todas sus decisiones. Las
generaciones venideras también son partes interesadas que requieren
representación en las decisiones que se tomen sobre el agua. La naturaleza, y no
el hombre, está en el centro del universo. A pesar de toda nuestra brillantez y
nuestros grandes logros, somos una especie animal que necesita el agua por las
mismas razones que las demás. Contrariamente a otras especies, sin embargo,
únicamente los humanos tenemos el poder de destruir ecosistemas sobre los cuales
dependen todas y por lo tanto, los humanos tenemos la urgente necesidad de
redifinir nuestra relación con el mundo natural.
Jamás se debe tomar
decisión alguna sobre el consumo de agua sin antes tomar enteramente en cuenta
las repercusiones que puede tener sobre el ecosistema.
2. El agua debe dejarse donde
está en la medida de lo posible.
La naturaleza ha puesto el
agua en el lugar que le pertenece. Jugar con la naturaleza acarreando grandes
cantidades de agua de los cauces puede causar la destrucción de los ecosistemas.
La extracción y desvío de las aguas a gran escala, afecta no solo los sistemas
circundantes, sino también los que se encuentran a lo lejos. El agua que
desemboca en el mar no se "desperdicia". Los efectos acumulados de la extracción
del agua de los lagos, ríos y arroyos tiene impactos desastrosos a gran escala
para el entorno del litoral y del mar así como para los pueblos indígenas de la
región así como para otras personas cuyo modo de vida depende de los recursos
naturales del lugar.
Aunque pueda haber una
obligación de compartir el agua en tiempos de crisis, tal como se hace para los
alimentos, no es una solución recomendable a largo plazo que los ecosistemas o
los habitantes de ninguna región del mundo empiecen a depender de los
abastecimientos extranjeros para esta fuente de vida. El hecho de importar una
necesidad tan fundamental podría crear una relación de dependencia que no es
acertada para ninguna de las partes. Al aceptar este principio, aprendemos a
conocer la naturaleza de los límites del agua y a convivir con ellos, y
empezamos a girar la vista hacia nuestras propias regiones, localidades y hacia
nuestros propios hogares buscando medios para satisfacer nuestras necesidades
mientras respetamos el lugar del agua en la naturaleza.
3. El agua debe ser
conservada para todos los tiempos.
A cada generación le toca
asegurarse que sus actividades no redunden en un empobrecimiento de la
abundancia y de la calidad del agua. La única manera de resolver el problema de
la escasez mundial estriba en un cambio radical de nuestras costumbres,
especialmente en lo que se refiere a la conservación del agua. Los habitantes de
los países acaudalados deben de cambiar sus hábitos de consumo, sobre todo en
las regiones fértiles donde prolifera la bioversidad. De no actuar de manera más
ahorrativa, estos países tampoco tendrán derecho a mostrarse reticentes a la
hora de compartir el agua - aún por motivos ecológicos y éticos - sopena de
exponerse a críticas enteramente justificadas.
La clave para mantener
fuentes sostenibles de agua subterránea reside en asegurar que el ritmo de
extracción no supere el del tiempo que necesita para realimentarse. Parte del
agua destinada a las ciudades y a las actividades agropecuarias tendrá que ser
restituida a la naturaleza. Hay que preservar extensos tramos de los sistemas
fluviales; y los gobiernos deben de llegar a un consenso y fijarse una meta
mundial. Los grandes proyectos de construcción de presas deben de aplazarse
hasta nueva orden, o cancelarse del todo, y algunos de ríos que han sido
desviados, deben de volver a encauzarse de manera que su fluir esté en mayor
consonancia con la naturaleza y las estaciones.
Las mejoras
infraestructurales deben de convertirse en una prioridad para los gobernantes de
todo el mundo de manera a poner fin a las tremendas pérdidas de agua debidas a
la antigüedad y al estado de deterioro de las canalizaciones. Los gobiernos
deben dejar de fomentar con subsidios las prácticas derrochadoras de las
empresas. De esta manera, lograrán hacer pasar el mensaje que el agua no abunda
y que por lo tanto no se puede malgastar.
4. El agua contaminada debe
ser recuperada.
La raza humana ha
contribuido colectivamente a la contaminación del agua en el mundo y por lo
tanto, debe responsabilizarse colectivamente de la labor de saneamiento. La
escasez de agua y la contaminación vienen causadas por valores económicos que
propician un consumo abusivo y muy poco rentable de este recurso. Estos valores
están equivocados. Una resolución para el saneamiento del agua contaminada es un
acto de autopreservación. Nuestra supervivencia así como la de todas las
especies dependen de la recuperación de los ecosistemas que funcionan al són de
la naturaleza.
Los gobiernos de todos los
niveles y las localidades de cada país deben de proceder al saneamiento de los
sistemas fluviales contaminados y poner fin, en la medida de lo posible, a la
destrucción de los pantanos y de los entornos acuáticos. Hace falta adoptar
leyes e instrumentos de ejecución rigurosos para tratar de resolver la
contaminación que proviene de la agricultura, de las alcantarillas municipales y
de los contaminantes industriales, que son las principales causas del deterioro
del agua. Los gobiernos deben de volver a tomar el control sobre las grandes
empresas de minería y forestería cuyas prácticas incontroladas siguen causando
incalculables daños a los sistemas hidrográficos.
La crisis del agua no
puede ser percibida al margen de otras importantísimas cuestiones ecológicas
como son el arrasado de los bosques y los cambios climáticos imputables a la
actividad humana. La destrucción de lagos y ríos debida al arrasado de los
bosques daña muy seriamente el habitat de los peces. Los cambios climáticos
acabarán causando condiciones extremas. Las inundaciones subirán de nivel, las
tormentas serán más fuertes, las sequías se harán más largas. Y cada vez irá en
aumento la demanda de agua dulce. El saneamiento del agua contaminrada exigirá
un compromiso internacional capaz de reducir radicalmente el impacto del ser
humano sobre el clima.
5. La mejor forma de proteger
el agua es dejarla en su entorno natural.
El futuro para un mundo
que pueda garantizar el agua reposa en la necesidad de residir en las "bioregiones",
es decir en el entorno natural de las cuencas de los ríos. El bioregionalismo es
la práctica de vivir adaptándose a los límites de un ecosistema natural. Las
características de las aguas superficiales y subterráneas de cada cuenca
constituyen un conjunto de parámetros fundamentales que gobiernan casi por
entero la vida de determinada región; otros elementos, tales como la flora y la
fauna, están ligados a las condiciones hidrológicas de la región. Por tanto, si
vivir dentro de los límites ecológicos de una región es un factor clave para el
desarrollo de una sociedad sostenible, las cuencas son un excelente punto de
partida para establecer prácticas bioregionales.
Una ventaja de pensar que
las líneas divisorias empiezan y acaban donde se encuentran las cuencas, es que
el agua no conoce fronteras entre países o estados. La gestión de las cuencas
permite un planteamiento más interdisciplinario de la protección del agua, y es
una manera de romper las jaulas en las que se han encerrado los gobiernos tanto
a escala internacional, nacional local y tribal, que llevan tantísimo tiempo
erosionando la política del agua en el mundo entero. La delimitación de las
cuencas, y no las líneas divisorias políticas o burocráticas llevará a una forma
de protección y de toma de decisiones más cooperativa.
6. El agua es un mandato
público por el que todos los niveles de gobierno deben velar.
Ya que el agua, al igual
que el aire, pertenece a la tierra y a todas las especies, nadie tiene el
derecho de apropiarse o de sacar provecho de ella a costa de otros. El agua
constituye así pues un mandato público que debe de ser protegido por todos los
niveles de gobierno y todas las localidades del mundo.
Por lo tanto, el agua no
debe ser privatizada, reíficada, comercializada o exportada a granel para fines
comerciales. Los gobiernos de todo el mundo deben de tomar medidas sin más
tardar para declarar que las aguas de sus territorios son un bien público y
deben poner en pie sólidas estructuras de reglamentación para protegerlas. El
agua debe ser exonerada inmediatamente de todo acuerdo internacional, bilateral
y de libre comercio e inversiones, existente o futuro. Los gobiernos deben de
prohibir los proyectos de comercio del agua a gran escala.
Aún reconociendo que los
gobiernos han fracasado miserablemente en lo que se refiere a proteger su
patrimonio acuático, hay que recordar que esta situación tan solo puede ser
enderezada a través de las instituciones democráticas. Si el agua se convierte
en una mercacía que ha de ser claramente controlada por el sector privado, las
decisiones a su respecto obedecerán exclusivamente a sus fines lucrativos.
Cada nivel de gobierno
debe proteger el agua que ha sido confiado a su cuidado: las municipalidades
deben de dejar de hacer redadas sobre los sistemas fluviales de las localidades
rurales. La cooperación dentro de una misma cuenca redundará en la protección de
sistemas fluviales y lacustres de mayor envergadura. La legislación nacional e
internacional prevalecerá de cara a las grandes multinacionales y pondrá fin a
las prácticas empresariales abusivas. Los gobiernos determinarán los adecuados
níveles impositivos sobre el sector privado y estos impuestos servirán para la
reparación de las infraestructuras. Todos los niveles de gobierno aunaran sus
esfuerzos para fijarse una meta encaminada a preservar la naturaleza acuática
del mundo.
7. Disponer de agua potable
suficiente es un derecho fundamental.
Todas las personas del
mundo tienen derecho a disponer de agua potable y de sistemas sanitarios en
condiciones, donde quiera que vivan. La mejor manera de asegurar este derecho es
manteniendo los servicios de abastecimiento y alcantarillado en el sector
público, regulando la protección de las aguas y fomentando el consumo sensato
del agua. Las personas que viven en las regiones donde escasea el agua
únicamente podrán disponer del agua potable que necesitan mediante el fomento de
la conservación y protección de sus recursos locales.
Los pueblos indígenas
tienen derechos inherentes especiales en relación con sus territorios
tradicionales, incluyendo el agua. Estos derechos ancestrales les pertenecen por
el uso de posesión de la tierra y del agua de sus territorios y en virtud de sus
antiguos sistemas sociales y jurídicos. El derecho inalienable de la
autodeterminación de los pueblos indígenas debe ser reconocido y codificado por
todos los gobiernos; la soberanía sobre el agua es un factor crucial para
proteger estos derechos.
Los gobiernos de todo el
mundo deben de hacer suya la frase "la caridad bien entendida empieza por uno
mismo", e implantar una política preferente para proteger los derechos
fundamentales de sus ciudadanos a disponer de agua. La legislación que exige que
todos los países, localidades y bioregiones protegan los recursos hídricos
locales, y que busquen nuevas fuentes locales antes de tornarse hacia otras
regiones conseguirá muchísimo en lo que se refiere a poner fin a la práctica
antiecológica de trasladar el agua de una cuenca a otra. Este principio quiere
decir que las gentes y los granjeros del lugar tienen la preferencia. Las
actividades agropecuarias y la industria, sobre todo las grandes
multinacionales, deben de adaptarse a esta política preferente y conformarse con
el segundo lugar sopena de verse clausuradas.
Esto no quiere decir que
el agua ha de ser "gratuita" o que no hay más que autoservirse. Sin embargo, una
política de tarificación que respete este principio ayudaría a conservar el agua
y a preservar los derechos de todos los que tienen acceso a ella. La
tarificación del agua y los "impuestos verdes" (que aumentan las recetas del
gobierno a la vez que enfrían el consumo de recursos y su contaminación)
deberían de ser más fuertes para las actividades agropecuarias y la industria
que para los ciudadanos, y los ingresos correspondientes deben servir para
proveer agua para todos.
8. Los mejores defensores del
agua son las localidades y sus ciudadanos.
Las administraciones
locales, que no las empresas privadas, las tecnologías prohibitivas o inclusive
el gobierno, son la mejor garantía de protección del agua. Los únicos que pueden
hacerse una idea del efecto acumulado de la privatización, la contaminación, la
extracción y el desvío de las aguas de una localidad, son sus ciudadanos. Son
los únicos que conocen los efectos de las pérdidas de empleo o de las granjas
debido a que las grandes empresas toman las riendas o desvían el agua para
usarla en lugares lejanos. Hay que comprender que los ciudadanos y las
localidades en las que residen, son los "guardianes" en primera línea de los
ríos, lagos y de los sistemas de los cuales dependen su vida y sus quehaceres.
Para que las soluciones a
la escasez sean asequibles, sostenibles y justas, deben de inspirarse y
fundamentarse en las localidades. Los proyectos de saneamiento que funcionan a
menudo se deben a organizaciones ecológicas y cuentan con la intervención de
todos los níveles de gobierno, y hasta a veces con donativos privados. Pero
estos proyectos no serán víables o sostenibles si no van guíados por el sentido
común y la experiencia de las comunidades locales.
En las regiones donde
escasea el agua, se están volviendo a considerar con cierta urgencia el recurso
a las tecnologias indígenas ancestrales, tales como el compartir el agua y
sistemas de captación de la lluvia, que habían sido abandonados para abrazar las
nuevas tecnologías. En algunas regiones, las gentes del lugar se han
reponsabilizado enteramente de las canalizaciones y han establecido fondos a los
que deben de contribuir los consumidores de agua. Estos fondos se utilizan para
abastecer a toda la comunidad.
9. El público debe participar
a partes iguales con el gobierno para proteger el agua.
Un principio fundamental
para salvaguardar el agua de cara al futuro es que el público debe de ser
consultado e invitado a participar a partes iguales con los gobiernos en la
formulación de las políticas relativas al agua. Hace demasiado tiempo que los
gobiernos y las organizaciones económicas internacionales como son el Banco
Mundial, la OCDE y los burócratas del libre comercio se dejan guiar por
intereses comerciales. Inclusive en las rarísimas ocasiones en que se las invita
a tomar asiento en la mesa de negociaciones, las organizaciones no
gubernamentales (ONG) y los grupos ecológicos no suelen tener ni voz ni voto.
Las empresas que dedican importantes fondos al apoyo de campañas políticas
suelen obtener contratos ultrapreferentes para el dominio de los recursos
hídricos. A veces incluso ocurre que los grupos empresariales que hacen presión
en los pasillos terminan redactando el enunciado de los acuerdos y tratados que
adoptan los gobiernos. Esta práctica ha dejado en entredicho la legitimidad de
los gobiernos en todas partes.
Se deben de crear procesos
mediante los cuales los ciudadanos, los trabajadores y los representantes
ecológicos sean tratados como socios a partes iguales a la hora de determinar
las políticas relativas al agua y sean reconocidos como los verdaderos herederos
y guardianes de los principios indicados.
10. El agua no será un
recurso sostenible si prevalecen as políticas de mundialización económica.
Los valores de la
mundialización económica, es decir el crecimiento ilimitado y la expansión del
comercio mundial son totalmente incompatibles con la búsqueda de soluciones para
resolver la escasez del agua. Concebida para recompensar al más fuerte y al
menos escrupuloso, la mundialización económica pone fuera de juego a las fuerzas
de la democracia local que tan desesperadamente hacen falta para asegurar el
futuro del agua. Si aceptamos el principio que para proteger el agua debemos
esforzarnos por vivir dentro de nuestros propios cauces, se debe renunciar a la
práctica de percibir al mundo como un sólo, único y perfectísimo mercado de
consumo.
La mundialización
económica perjudica a las comunidades locales por el hecho de facilitar el
movimiento de los capitales y permitir el robo de los recursos locales. La
liberalización del comercio y de las inversiones permite a algunos países vivir
por encima de sus medios ecológicos y de los recursos hídricos de los que
disponen; otros abusan de sus fuentes limitadas de agua para irrigar los
cultivos que destinan a la exportación. En los países ricos, las ciudades e
industrias nacen y crecen en un abrir y cerrar de ojos en los desiertos. Una
sociedad que lucha para que el agua sea un recurso sostenible, se opondría a
este tipo de prácticas.
Sólo se podrá alcanzar un
futuro sostenible, si buscamos una mayor autonomía regional, que no menor. El
construir nuestras economías sobre la base de los sistemas hidrográficos locales
es la única manera de integrar políticas medioambientales sensatas con la
capacidad productiva de la gente, a la par que proteger nuestras aguas.
Conclusión
El mundo acaba de celebrar
el cincuenta aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas (1948). Esta declaración señaló un momento clave en la larga
epopeya internacional en pos de afianzar la supremacía de los derechos del ser
humano y del ciudadano por encima de todo tipo de tiranía política o económica.
Junto con el Convenio Internacional sobre Derechos Económicos Sociales y
Culturales y el Convenio Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, dicha
declaración viene a ser La Carta Magna del siglo XX. Aparte de otorgar los
plenos derechos humanos a todas las personas de la tierra, cualquiera que sea su
raza, su religión, su sexo y muchos otros criterios, la Declaración incluye los
derechos del ciudadano, y los servicios y protecciones sociales que todo
ciudadano tiene el derecho de exigir de su gobierno.
Estos derechos incluyen la
seguridad social, la salud y el bienestar de la familia, el derecho al trabajo,
a una vivienda decente y a cuidados médicos. Los convenios obligan a los
gobiernos a aceptar la obligación moral y jurídica de proteger y fomentar los
derechos humanos y democráticos señalados en la Declaración y contienen las
medidas necesarias a su implantación. Los derechos y responsabilidades
indiviuales los ciudadanos, tal como quedan establecidos en la Declaración,
junto con los derechos y responsabilidades colectivas de las naciones-estado,
tal como quedan establecidos en los convenios, constituyen las piedras angulares
de la democracia del mundo moderno.
Pero medio siglo después,
la falta de acceso al agua potable quiere decir que se le deniega a más de mil
millones de personas un derecho garantizado en la Declaración de las Naciones
Unidas. En el transcurso de estos cincuenta años, los derechos de los capitales
privados han aumentado en proporción, mientras que los derechos de los pobres
han desaparecido del mapa político. No es ninguna casualidad que el deterioro y
el empobrecimiento de los sistemas hidrográficos del mundo coincidieran en un
momento en que las grandes multinacionales incrementaban su poder y que se
creaba un sistema financiero mundial en el que las localidades, los pueblos
indígenas y los agricultores se han visto privados de sus derechos.
El papel del estado se ha
alterado profundamente en las últimas décadas. Tal como lo explica el escritor y
activista Tony Clarke, "las empresas sin identidad estatal están consiguiendo
transformar a las naciones-estado y amoldarlas de acuerdo con sus intereses
relativos a las inversiones y a la competitividad a nivel mundial." Parece ser
que los gobiernos y las instrituciones gubernamentales, inclusive las Naciones
Unidas, han decidido hacer caso de estas fuerzas empresariales en el peor de los
casos, y en el mejor, resultan incapaces de hacerles frente. El ciudadano se
encuentra con que tiene que luchar y defender sus intereses por sí sólo.
En los últimos años, se ha
constituido un movimiento internacional de trabajadores, de defensores sociales,
de grupos de derechos humanos y de organizaciones ecológicas que intenta
conseguir que las cuestiones humanas y ecológicas vuelvan a formar parte del
programa político. Están formando poderosas alianzas entre ellas para influir
sobre la política gubernamental en sus propios países y en todo el mundo, con
vistas a desmantelar o al menos reformar las instituciones mundiales que obran
en su contra. Los educadores públicos mantienen encuentros para iniciar el
asalto encaminado a concienciar al público. Los ecologistas aunan sus esfuerzos
para aminorar la marcha de los acuerdos internacionales de libre comercio. Los
activistas internacionales que luchan contra la pobreza mantienen encuentros
regularmente para forjar un nuevo "contrato social" internacional que propondrán
a sus gobiernos.
Otros grupos de esta
índole están procurando crear lazos entre ellos y tomar medidas directas para
proteger el agua. El Proyecto Planeta Azul (Blue Planet Project) es una
iniciativa internacional lanzada por el Consejo de los canadienses (Council of
Canadians), para sustraer el agua dulce del mundo a la sombra cada vez más
amenazadora del libre comercio y de la privatización. Durante el foro mundial
sobre el agua mantenido en marzo del año 2000 en La Haya, los activistas del
Canadá y de más de una docena de otros países organizaron la oposición al
programa de privatización del foro y crearon una red internacional para proteger
el agua como recurso común y derecho humano fundamental. El Proyecto Planeta
Azul, que es un movimiento de la sociedad civil a nivel popular, pretende
convertirse en una fuerza dinámica en todos los países y localidades del mundo.
Ha llegado el momento de
adoptar una postura clara, con principios bien definidos, para poner alto a la
devastación sistemática de los sistemas hidrográficos del mundo. A largo plazo,
las naciones-estado tendrán que disponer de nuevas herramientas para establecer
la normativa y las protecciones necesarias para salvar sus sistemas
hidrográficos. Se debe desarrollar un derecho internacional que reconozca las
obligaciones sociales del capital mundial en lo que se refiere a los intereses
de los bienes comunes acuáticos del mundo, y que tenga el poder ejecutorio
necesario. Pero si queremos salvar el planeta tierra, lo más fundamental es que
sus ciudadanos empiecen a movilizarse sin perder ni un segundo más.
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(1) Maude
Barlow es Presidenta Voluntaria del Council of Canadians, el grupo de
propugnación más amplio de Canadá. Es miembro fundador del Foro Internacional
sobre la Mundialización (IFG) e integra su junta directiva. Conocida como
oradora, organizadora y comentarista, Maude Barlow desempeñó un papel crucial en
el movimiento internacional de ciudadanos que puso fin a las negociaciones de la
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) con respecto al
Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (MAI).
Es autora de 12 títulos,
todos de gran acogida, sobre los efectos del libre comercio y la mundialización
en los programas sociales, la educación, los medios de comunicación y el medio
ambiente.
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